Mitos del Pop
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado 8. 28014, Madrid
10 de junio al 14 de septiembre de 2014
El Museo Thyssen-Bornemisza presenta este verano Mitos del pop, la primera exposición en Madrid desde la muestra Arte pop del Museo Reina Sofía de 1992. Más de veinte años después, la comisaria Paloma Alarcó, Jefe de Conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen, propone una visión renovada de esta corriente artística desde la perspectiva que nos ofrece el siglo XXI. Con una selección de más de cien obras, que incluyen tanto la experiencia pionera del pop británico como el pop clásico norteamericano y su expansión por Europa, la muestra pretende rastrear las fuentes comunes del pop internacional y realizar una revisión de los mitos que tradicionalmente han definido al movimiento. El objetivo es mostrar que las míticas imágenes de artistas tan significativos como Warhol, Rauschenberg, Wesselmann, Lichtenstein, Hockney, Hamilton o Equipo Crónica, entre otros muchos, esconden un irónico y novedoso código de percepción de la realidad, un código que aún sigue vigente en el arte de nuestros días. La exposición cuenta con la colaboración de Japan Tobacco International (JTI) y reúne obras procedentes de más de cincuenta museos y colecciones particulares de todo el mundo, con préstamos destacados de la National Gallery de Washington, la Tate de Londres, el IVAM valenciano o la prestigiosa colección Mugrabi de Nueva York, por citar solo algunos.
Más que ninguna otra corriente artística contemporánea, el arte pop capturó de inmediato la imaginación popular. Su aparición a finales de los años 1950 y comienzos de los 60 fue uno de los momentos más liberadores de la historia del arte; y no solo resultó atrayente para el gran público, sino que la radicalidad de su desafío cautivó también a numerosos círculos intelectuales. Frente a la extenuación que provocaba por entonces el idealismo del movimiento moderno, introspectivo y utópico, el arte pop proponía a las nuevas generaciones todo un excitante mundo secularizado en el que ya no existían límites entre la alta y la baja cultura, entre lo artístico y lo profano. Para el pop toda imagen era reciclable, todo objeto era susceptible de convertirse en arte y su verdadero propósito, que el tiempo ha demostrado que lograron, era ofrecer una nueva interpretación de la imagen de la cultura contemporánea.
A diferencia de otras exposiciones antológicas o de retrospectivas de algunos de sus principales representantes que han tenido lugar en los últimos años, mostrando el pop como precedente de muchas corrientes artísticas contemporáneas, el planteamiento que propone la comisaria es enlazarlo con la tradición de la pintura, y reivindicar esas raíces que la propia colección permanente del Museo pone de manifiesto con su recorrido por más de setecientos años de historia de la pintura que culmina con la obra de algunos de los grandes nombres del arte pop.
En esa combinación entre el deseo de ruptura y el respeto por el arte del pasado radica la gran paradoja que esconde el pop. El recorrido temático de la exposición quiere poner de manifiesto esa vinculación, organizando las salas según los géneros clásicos del retrato, la naturaleza muerta, la pintura de historia o el paisaje, y mostrando conjuntamente la obra de las grandes figuras del pop norteamericano y británico con la de artistas españoles, italianos, alemanes o franceses que compartieron una actitud similar.
Desde mediados del siglo XX, el vertiginoso desarrollo de los medios de masas había invadido la sociedad de slogans y marcas que corearían de manera incesante la televisión, la prensa, los anuncios luminosos y que, como era de esperar, se convertirían en un torrente de ideas visuales para los artistas pop. Desde las famosas Dianas de Jasper Johns y Peter Blake hasta las marcas comerciales de Warhol, los emblemas poblarán las obras pop.
La exposición reúne obras tan significativas como Diana verde de Johns, Lata grande de sopa Campbell’s rasgada (Black Bean) o Caja Brillo Soap Pads de Warhol, junto a otros ejemplos como Epifanía de Richard Hamilton, Coca- Cola de Mario Schifano o EAT eléctrico de Robert Indiana. También se expone S&H sellos verdes, en el que Warhol convierte en emblema un objeto de uso cotidiano.
“En el pop nada es lo que parece…” Por Paloma Alarcó
“En abril de 1965 Andy Warhol y su musa Edie Sedgwick viajaron a París con motivo de la multitudinaria presentación de la serie Flores en la galería de Ileana Sonnabend. El poeta John Ashbery calificó el acontecimiento como «el mayor alboroto transatlántico desde que Oscar Wilde
intentara un acercamiento de culturas en Buffalo en el siglo XIX». Desde la capital francesa, Andy y Edie fueron a Londres, donde coincidieron con Bob Dylan, cuya gira por Inglaterra concluía en el
Royal Albert Hall. A su regreso a Nueva York, bajo el hechizo de la belleza andrógina de Edie y «del glamour y la sombría mascarada de la alegoría del arte pop» que definía entonces la obra del artista, Dylan compuso Like a Rolling Stone, que abriría su nuevo álbum Highway 61 Revisited. Esta mítica canción, en la que la seductora música popular del blues y el rock se combinan con su particular tono de resentimiento, habla principalmente del desmoronamiento de los mitos.
(…) Al igual que las canciones de Dylan, las Flores de Warhol nos introducen en el universo de la metáfora y la alegoría. Realizadas inmediatamente después de las dramáticas «pinturas negras» de la serie Death and Disaster, podría parecer que Warhol se había decidido por un asunto más banal.
Pero en el pop nada es lo que parece, y la aparente superficialidad de estas pinturas, de vistosos pétalos flotando sobre fondo oscuro, esconde no solo tensiones espaciales desasosegantes, sino también referencias a la vida y al paso del tiempo. Por aquel entonces, el «Raggedy Andy» del que habla Dylan, aquel primer Warhol que luchaba duramente por triunfar como ilustrador, se había
convertido vertiginosamente en «Drella», en el Warhol albino, icono de la nueva cultura pop. Con la figura de Warhol, un artista asombrosamente ambiguo y contradictorio, el mito del creador individual y subjetivo del expresionismo abstracto es destronado por el del artista superstar. Con la
misma eficacia con que camufla en sus obras todo tipo de símbolos y significados, Warhol modela artificialmente su identidad pública, y oculta su yo privado a través de toda una serie de metáforas de su no-identidad: Warhol estrella, Warhol voyeur, Warhol espejo, Warhol máquina, y un largo etcétera. Del mismo modo, Edie, una joven millonaria convertida en manos de Warhol en factory girl, cuyo desenfreno acabó pagando con su vida, personifica otro mito moderno.
(…) A lo largo de la historia, el ser humano ha fabricado continuamente mitos. Las sucesivas mitologías han ido construyendo explicaciones para cada entorno existencial de la humanidad.
También la propuesta radical del pop se basó en gran medida en la construcción del mito. Además, si consideramos que su novedosa fórmula para analizar el universo secularizado de la contemporaneidad a través de nuevos modos de representación sigue aún vigente en el arte de nuestros días, podríamos afirmar que el pop, la tendencia artística que más se preocupó por los mitos modernos, terminó convirtiéndose en un mito en sí mismo.
(…) Los mitos de la vida diaria que tanto interesaron al pop, presentes en la cultura de consumo y en los medios estables de comunicación de masas, también poseían una doble cara: por un lado, un optimismo constructivo derivado de la nueva fe en el progreso, y por otro, un síndrome de decadencia y temor al desastre. Esta dualidad se refleja asimismo en los comportamientos contrapuestos que caracterizaron los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial: el sentimiento de conformidad y el espíritu de reivindicación. Primero en Estados Unidos y poco después en el resto del mundo occidental, da comienzo un periodo de prosperidad económica sin precedentes. Las nuevas técnicas de producción moderna, con su correspondiente reducción de costes, permitieron que las clases medias se rodearan de todo tipo de comodidades, mientras que simultáneamente ganaban terreno las reivindicaciones políticas y el sentimiento de insatisfacción y frustración frente al cinismo de la época.
El asalto del pop a todo aquello que daba vida a la modernidad, su adscripción decidida a la nueva cultura de la tecnología y el consumo, echaba por tierra los anhelos heroicos y subjetivos del anterior expresionismo abstracto y devolvía al arte el mundo real. Los artistas pop recuperaron el realismo de las imágenes, pero no sin grandes dosis de ironía, algo de nostalgia y, en ocasiones, un cierto disgusto existencial. (…) La reacción inicial ante la aparición de la nueva estética fue, salvo excepciones, de sorpresa y de una cierta incredulidad.
(…) En primer lugar, retomando la senda iniciada por el dadá, el pop transformó la relación del artista con el medio. Y si bien tanto el cubismo como el dadaísmo y el surrealismo ya habíanutilizado imágenes y objetos preexistentes, la nueva «estética de la abundancia», como definió Lawrence Alloway el pop, convirtió la apropiación en su principal estrategia. Con la defensa a ultranza del ready-made y de la impersonalidad, y con la sustitución de los métodos artísticos tradicionales por todo tipo de fórmulas mecánicas de reproducción, como la fotografía o la serigrafía, el pop asestó un golpe mortal a la noción de originalidad. La belleza, la exclusividad, la complejidad o la individualidad ya no eran valores artísticos fundamentales.
(…) La principal consecuencia del retorno a la figuración junto a la orientación hacia el pasado fue la recuperación y reinterpretación de los géneros tradicionales de la pintura —el retrato, el paisaje, la pintura de historia, o la naturaleza muerta— como parte del paisaje urbano contemporáneo.
A esta recuperación sin duda contribuyó el hecho de que la mayor parte de los artistas vinculados al
pop tenían formación académica en historia del arte y por lo tanto eran muy conscientes del arte del
pasado. (…) Además de los estudios académicos, para ese diálogo del pop con el arte tradicional fue esencial el significativo desarrollo, durante los años centrales del siglo XX, de los métodos de reproducción y de impresión, lo que multiplicó las posibilidades de acceso a todo tipo de imágenes
fotográficas. A partir de entonces, las grandes obras del arte universal estarían siempre a mano como fuente inagotable de información visual para los artistas”.