Lo bueno, lo útil y lo bello
Acerca de LO BUENO, LO ÚTIL Y LO BELLO de William Morris, primera publicación de Mochuelo Libros.
Está naciendo en Buenos Aires Mochuelo Libros, editorial artesanal. Y lo hace con William Morris, artesano romántico, poeta, sabio y buen hombre de fines del siglo XIX. Su vastísima y profunda filosofía de vida podría resumirse en una idea, tomada –nobleza obliga-, de su maestro John Ruskin: El arte es la expresión de la felicidad del hombre en el trabajo. Sólo con esa frase bastaría para dar una conferencia, dándole la misma entidad que el provocador de Dalí le diese a cada una de sus frases, aunque ese sea otro tema.
Morris, como todo hombre que realmente desea para la humanidad su redención, supo criticarla como el que más: desde la opresión entre congéneres hasta la contaminación ambiental, pasando por la injusticia, la guerra o la fealdad; no entendía cómo, teniendo tanto para ser felices, seamos capaces de ignorar todo lo que el mundo nos ofrece; lamenta, sorprendido, que nos empeñemos en ensuciarlo y afearlo cuando tenemos todo para vivir armoniosamente con él y con nosotros.
Aunque, claro, no todo en él es queja; reconoce en los artesanos medievales y en los de su tiempo, la capacidad de vivir para crear cosas útiles y hermosas; celebra el haber conocido a los prerrafaelitas; enaltece la capacidad del arte para vivir en plenitud; nos enseña a admirar a los hombres del pasado, a los genios pero también a las sociedades donde convivían el trabajo de sol a sol con la fantasía.
De todo esto, lo que detesta y lo que encomia, habla la compilación LO BUENO, LO ÚTIL y LO BELLO. De hecho, por hablar Morris de este modo es que Mochuelo Libros decidió comenzar su camino editorial con su mensaje: la utilidad del Arte, la necesidad de lo Bello, el deber de honrar lo Útil son nortes a los que, ya que soñar es relativamente gratuito, apunta este proyecto.
La publicación incluye una selección de escritos del autor y acerca de él -muchos de ellos, hasta hoy, inéditos en castellano-. Los textos que la componen son: "Prefacio a la naturaleza del gótico de John Ruskin", "Los propósitos del arte", "Discurso sobre una muestra de la Escuela Prerrafaelista inglesa", "Por qué celebramos la comuna de París" y "Sobre tontos y patos". Los textos introductorios son: una biografía de Morris escrita por Holbrook Jackson y un ensayo de Chesterton sobre el autor, ninguno de ellos había sido publicado en nuestra lengua; y, también, un prólogo de los Editores, del cual, al final de esta reseña, se ofrecen sus pasajes más significativos. Finalmente, la obra contiene una selección de frases pertenecientes a múltiples escritos del artista artesano, a la que llevan por título “Extractos”.
Para los Editores de Mochuelo Libros, Andrea Constanza Ferrari y Tomás García Lavín, resulta “una gran alegría nacer con el mensaje de William Morris, quien supo ser, y al mismo tiempo, escritor, activista político, pintor, editor… y, sobre todo, un hombre esencialmente bueno. Cuyas vida y obra fueron y serán los símbolos de la defensa de los oficios, las artesanías y el respeto por los saberes del pasado.”
Fragmentos de “William Morris o el hombre útil”, prólogo a Lo Bueno, lo útil y lo Bello:
“El mensaje de Morris es claro y es honesto: nos dice que la manera de hallarnos a nosotros mismos, y poder habitar la sociedad armoniosamente es haciendo cosas útiles. Para él sí importaba la autenticidad de las cosas, trátese de un mensaje como del material de una vasija. Y con todo, vida convertida en ejemplo, buscaba influir en los demás para que los demás se beneficiasen. El engaño, al que veía como una de las bases del mundo moderno, era su rival; no quería convencer a la gente, como lo hacían los políticos y los empresarios. Los cuales, le enseñaban al pueblo a que soñara con servirlos, y viviera contento por haber alcanzado el famélico sueño que le había sido impuesto. Morris quería, positivamente, despertar al hombre y a la mujer de su vecindario para, con ellos, modificar el rumbo de la Humanidad.”
“Lo dijo el autor que nos convoca: la muerte del arte, es la muerte de lo mejor de la especie. Y para él, la creación no se acota al lienzo ni a la partitura sino que abarca a toda acción donde el hombre se expresa y expresa su vida. Eso ahuyenta a la muerte, por más que ni Morris, ni los filósofos, ni nosotros sepamos qué significa."
“Si uno trabaja conforme a su más íntima vocación podrá acceder a la felicidad, término que en él es casi un sinónimo de la palabra vida. Pareciera que no hay vida sin felicidad. Y que no hay felicidad sin un trabajo así entendido. Es tajante, quizás exagere. Pero es bienintencionado. Y además, William Morris es energía. Da pena el pensar en todo lo que hizo y lo poco que se hace, generalmente, hoy en día. El lamento se acrecienta porque la proporción de cosas sublimes es muy menor en todo ese poco que hacemos."
“Su energía lo hizo ser tantas cosas…: novelista, diseñador, tintorero, traductor, arquitecto, pintor, tapicero, alfarero, editor, poeta… que resulta más fácil convertir su nombre en un adjetivo que enumerar la casi interminable lista de rótulos que, en casos como el suyo, no hacen más que limitarlo; si bien, todo eso que nombramos, podría, sin demasiado esfuerzo, amontonarse en la palabra artesano, seguiría faltándonos algo: vida; al tiempo que sobrándonos otra cosa: abstracción. Por eso, quizás valga y, de alguna manera baste, decir que William Morris fue William Morris; algo irrepetible, en el sentido menos banal de la singularidad de cada ser humano.”
“Morris nos suplica que hagamos lo que nos interesa. Él creó el movimiento Arts & Crafts, revalorizando saberes burdamente olvidados. Y por eso se lo recuerda, sobre todo. Pero ese no era exactamente su fin, su objetivo vital. Se trata sólo de una consecuencia; de la materialización de su genio y sus valores.”
“Presentar a Morris sólo como un marxista sería pretender capturar una mariposa titánica y lejana, como una nube, con el humilde mediomundo de una teoría; una de tantas de las que forjaron su personal, irrepetible, actitud ante la vida. En una eventual balanza, por sobre eso, primarían sus padres, tantos poetas, la calle, John Ruskin, la Historia, los artesanos medievales, el río Támesis. O su amigo Edward Burne-Jones, un conservador.”
“Su peso específico como escritor es el que tuvieron muchos hombres, los que, sin embargo, en el mar de la especie, ocupan sólo un par de arrecifes, casi perdidos para casi todos. Que sea pedagógico y claro, es un mérito. Cuando habla de romances, caballeros y bosques encantados, lo hace desde el amor a la imaginación, eso no es poco. Como mínimo, es sincero; hace lo que nos pide, lo que le gusta. Y, si sus versos pudieran no tocar las cimas habitadas por Machado, si su prosa presentase más impurezas que esos diamantes que Chateaubriand nos legó, o si sus convicciones políticas careciesen de la consistencia teórica del edificio del marxismo ortodoxo, ¿habrá algún problema o deficiencia en su vida y en su obra? No conocemos a nadie que haya escrito como Shakespeare, pintado como Picasso y liberado a un pueblo como Moisés, todo al mismo tiempo; desde la cuna hasta la tumba”.
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