Ínsula. La Feria de Íllora
Reflexiones, anecdotario y ciertos apuntes etnográficos e imaginarios sobre la Feria de Ganado de Íllora.
… se elevarán globos y fantoches, habrá grandes veladas, bailes y conciertos populares, actuarán varias compañías de circo, de teatro y de cante jondo, se lanzará un magnífico castillo de fuegos artificiales y se dispararán tracas valencianas y bombas japonesas, se disfrutará de hermosas iluminaciones, se obsequiará con pastas y licores a los jóvenes que asistan y con una espléndida merienda a los más pequeños, se proyectarán bonitas cintas cómicas… y para los feriantes y ganaderos habrá cómodos albergues para el ganado, magníficos abrevaderos y grandes facilidades…
La Villa de Íllora, prácticamente la mitad de lo que es hoy, terminaba al sureste ante los parajes entonces conocidos, por una parte, como El Ruedo (El Rueo) y, por otra, como La Laguna. Desde la década de los setenta hasta nuestros días esas zonas y su entorno, antes de sudor y cultivo, constituyen hoy el principal espacio de expansión urbana de nuestro pueblo, de carácter residencial, comercial, industrial y educativo, en barrios de trazado moderno, que se prolonga desde la misma entrada a Íllora, a la altura del antiguo puesto de Cruz Roja, hasta el polideportivo municipal.
Por tirar por algún sito, tiremos por detrás del Castillo… Atravesar el callejón de “detrás del Castillo” era entonces estar en las afueras de Íllora y en pleno campo si se miraba a un lado. En uno de los márgenes de ese callejón se elevaba, esto no ha cambiado, el gran peñasco que identifica a este pueblo y sobre el cual se sitúa uno de sus elementos patrimoniales más emblemáticos. Una vez atravesado de punta a punta el referido callejón se podía observar a un lado, discretamente distante, la desaparecida Fábrica de Aceites de Juan Agea, actual Cafetería El Molino y viviendas y comercios anexos, y a la vista de la almazara emergía el entorno amurallado del Castillo árabe y también el extrarradio oriental del pueblo, lo que hoy dibuja una parte de su no valorado casco viejo: Calles Pileta, Santa Ana, Macías, Gran Capitán, Convento, etc.
En su extremo más al norte se ultimaba la configuración urbana, por llamarla de alguna manera, del popular barrio de Las Chozas, de estrafalaria disposición y de casi eterna despreocupación institucional, aunque oteado desde siempre por el siempre imaginado y siempre desamparado Cerro de la Horca.
En su extremo sur un extenso descampado, de olivos lleno en su última época, rematado por el entonces alejado Cementerio Municipal y la referencial Era de Fermín, osado oasis de furtivos enamorados y, también, perfecta cancha de futbol, especialmente en primavera.
Esa franja de las afueras de Íllora en su lado suroriental constituía frontera con El Rueo. Todavía nuestros mayores se refieren a esa zona, hoy muy poblada e importante centro urbano y comercial, como ”el ferial”. El Rueo o el ferial era, y es, ese lugar en el que cada 8 de octubre y hasta cada 12 de octubre se instalaba y se instala, ininterrumpidamente, el mercado o feria de ganado más popular de la comarca: ganado porcino, mular, asnal, caballar, ovino, caprino, vacuno, etc., aunque hoy reducido a la genérica denominación de equinos, de cuatro patas se entiende. El motivo de tan fácil broma es por quienes en los últimos tiempos, humanamente, casi a cuatro patas ven amanecer tras una larga noche de sonidos estridentes y ácidos consumos.
Pues bien, siguiendo con elementos de la orografía, en los descampados y alrededores descritos y que hoy conocemos como La Avenida es donde se instalaba la Feria en sus orígenes, para trasladarse, décadas después, a otro descampado donde hoy, desde los primeros años de los sesenta, se sitúan los centros de enseñanza. A partir de esa década y a medida que se ha ido construyendo, urbanizando y cubriendo todo de cemento y ladrillos, el espacio que ocupa la Feria ha ido desplazándose en dirección a las proximidades del pago conocido como La Laguna, a unos escasos 600 metros de distancia de su ocupación original a finales del siglo XIX.
Es de suma importancia destacar que la celebración de la Feria de Íllora haya sido capaz de mantenerse, ininterrumpidamente, durante más de un siglo con el formato fijo de “Feria de Ganado” cuya configuración y estructura ha sido desde entonces algo más que una mera referencia comercial de transacciones de ganado, su verdadera razón de ser, y los tratos de la índole más diversa, que los hay y muchos, como a más de uno hemos oído: “el trato si no se sella con la mano no es un trato, no está finalizado”.
En más de una ocasión hubo que trazar lo que hoy llamaríamos una zona de seguridad para alojar al ganado vacuno, sobre todo con la presencia de toros en la Feria en el supuesto de que se escaparan, lo que solía ocurrir, aunque eso sí, antes era todo campo alrededor y extensas eras aledañas.
La Real Feria de Ganado de Íllora constituye, por encima de todo, un verdadero acontecimiento social, cultural y económico. Iguala e incluso supera en proporción a las Fiestas Patronales de Agosto, especialmente en lo relativo a visitantes, con la diferencia que la Feria de Ganado transcurre en su mayor parte durante el día. El pueblo de Íllora se transforma. Las calles propias del recinto ferial y las calles propiamente del pueblo, especialmente las contiguas, se llenan de gentes (y de coches) de toda la comarca e incluso de las provincias limítrofes.
Desde siempre ha habido baile público (verbena), siempre muy concurrido, antes a cargo de la Banda Municipal de Música y ahora, además, de orquestas y grupos de baile. La Banda Municipal de Música sigue participando cada año en la Feria, ofreciendo un concierto de música popular. Si nos paráramos aquí, se observa cómo la existencia y permanencia de la Banda Municipal de Música “Villa de Íllora” está directamente vinculada a la Feria y su desarrollo en el tiempo es paralelo, dado que los documentos más antiguos existentes de ambas actividades están datados precisamente en torno a los últimos años del siglo XIX.
La empresa del Teatro España traía compañías de postín y ¡Circos Ecuestres!. Las líneas de autobuses, desde que las hubo, reforzaban sus servicios y otro tanto ocurría con el tren (El Ferrobús), que entonces sí que funcionaba y transportaba viajeros. En fin, en este sentido el pueblo era otro, también su paisaje, sus gentes... Y también, con motivo de la celebración de la Feria de Ganado, se montó una carpa que, por primera vez, traía a Íllora ¡un Circo!.
Desde días antes de su inicio todas las posadas y hospederías de la comarca llenaban literalmente todo el espacio físico disponible, así como que en innumerables viviendas privadas se alquilaban, por la Feria, todos los cuartos, cámaras, corrales y cuadras disponibles, todo era posible y negociable, aunque el hacinamiento y su carácter de nomadismo provisional trajera a veces consecuencias no deseadas como fruto de la falta de higiene, insalubridad, etc.
También aquellos que hubiesen guardado grano y además dispusieran de cuadras amplias, fijas o provisionales para la ocasión, colgaban el cartel de “todo lleno”, lo que hoy bien podría asemejarse al dinamismo de ciertos garajes o cocheras e incluso de alojamientos rurales y de la hostelería estándar actual.
Para quien no había sido previsor, encontrar alojamiento resultaba harto difícil, por no decir imposible. Los menos adinerados solían hacerlo en las cuadras, que también costaba lo suyo dar con alguna, sobre todo en las inmediaciones del ferial o en el mismo pueblo de Íllora, con la excusa, perfecta excusa, de estar al cuidado de los animales que traían, y en algunos casos hasta en los portales de las casas próximas. Los de los pueblos de cerca, como Alomartes, Escóznar, Montefrío, etc... e incluso más alejados, solían ir y venir en el día, en algunos casos incluso con el ganado, con lo que además de evitarse el problema del alojamiento y de tener que buscar cuadra en la que cerrar el ganado durante la noche, se ahorraban también unas buenas pesetas, porque de reales ya solo hablaban los más viejos, como ahora cuando se habla de euros y pesetas. De un modo u otro siempre se ofrecieron “magníficos abrevaderos, grandes facilidades para los feriantes y ganaderos y cómodos albergues para el ganado”.
La Real Feria de Ganado de Íllora constituye, por encima de todo, un verdadero acontecimiento social, cultural y económico. Iguala e incluso supera en proporción a las Fiestas Patronales de Agosto, especialmente en lo relativo a visitantes, con la diferencia que la Feria de Ganado transcurre en su mayor parte durante el día.
Cada especie ganadera se situaba, separadamente, en lugares distintos, aunque la Feria reclamaba y reclama aún hoy la atención de variadas ofertas de divertimento y variopintos tipos de productos para vender y de oficios artesanos con el “taller móvil” desplazado, maestros y aprendices incluidos, todo directamente visible: cacharreros, cuchareros, caldereros, ebanistas, torneros, cesteros, navajeros,... turroneros, arrieros sedentarios por unos días... y atracciones “mecánicas” (¡como en el Corpus de Granada!) y todo ello en medio de permanentes y condensadas nubes de polvo causadas por el gentío y la algarabía de la Feria en los pisoteados terrenos de barbecho, a disposición cada año de esta tradicional manifestación cultural, sociocultural y, por derecho, comercial.
El ferial se llenaba y se llena de tenderetes. Unos, ubicados estratégicamente, eran simples chiringuitos montados para la ocasión en los que se vendían bebidas y algunas tapas especialmente de sardinas asadas, también tortillas de patatas, torreznillos, tajadas de chorizo y de morcilla asadas, bacalao rebozado al que puede que intencionadamente el ocasional tabernero entonces, barman ahora, no había hecho demasiado por quitarle el grado de salinidad original, de manera que el consumidor tuviera que ayudarse de cuanto más vino peleón mejor para poder pasarlas, porque la cerveza no estaba lo generalizada que lo está hoy y desde luego restringida a un tipo de público que socialmente gozaba, pudiera decirse, de mayor consideración.
En otros de estos puestos de venta eventuales se ofrecía de todo, desde aperos para el ganado o para conducirlo y de útiles para que el personal paseara por la zona sin desentonar del conjunto, como cencerros, varas de fresno, boinas y garrotas entre otros, hasta los más diversos trastos viejos; también melones de las paradisíacas huertas del terreno.
No faltaban tampoco anónimos ambulantes como aquellos viejetes que hasta hace muy poco nos visitaban y que voceaban el "Calendario zaragozano" y vendían piedras de mechero "como de aquí a Cádiz"… y aquel que nos vendía camarones salados en un cucurucho de papel de estraza y que hoy los que casi peinamos canas tan emotivamente recordamos. Y tantos más, pero sobre todo había una figura, la del "charlatán", que esa sí que no faltaba nunca. A la Feria solían venir siempre los mismos. Se conoce que se les daba bien, igual que ahora. Puede que hubiera pacto entre ellos y se repartieran las ferias. Era un oficio de hombres el de charlatán, pero hubo en la Feria de Íllora una mujer muy popular y asidua a este evento agroganadero, sin duda muy conocida por ser habitual y por los acreditados dotes de persuasión con que ejercía su trabajo. Se la conocía con el apodo de La maña, tenía un genio fuerte, era vehemente y además "rajaba hasta por los codos", condición esta última indispensable para ejercer el oficio de charlatana.
Hubo otro personaje muy popular y también asidua de la Feria de Íllora, que transportaba los más diversos artículos: desde cuchillas de afeitar, a veinte céntimos la unidad, cuya calidad aseguraba estar fuera de toda duda por el simple hecho de masticarlas introducidas en el estuche de papel y espolvorear a continuación los mil pedacitos resultantes, hasta carteras de bolsillo de "piel de tomate viudo", a cinco pesetas, con una separación específica en la que el carné de identidad, de reciente implantación, estuviera protegido contra el deterioro.
Peines y bolígrafos que acababan de aparecer en el mercado, pañuelos para el cuello..., en fin, un amplio muestrario que en definitiva no eran más que baratijas, pero que tenían una aceptación indudable en sectores amplios de la población, como los bazares orientales de hoy. Vamos, que los menos informados, que se diría hoy, eran el terreno abonado para el trabajo de estos singulares personajes, un elemento indisolublemente asociado a aquellas ferias de ganados que por imperativo de la modernidad, no han conocido las generaciones jóvenes.
Sobre personajes y curiosidades de este tipo sería interminable el dossier que podría presentarse. Claro está que hoy no nos visitan cacharreros ni artesanos de antaño y tampoco, afortunadamente, colas interminables de zarrapastrosos, aunque, por si acaso, toquemos madera... Hoy son mayoría los vendedores ambulantes los de origen ecuatoriano y sudamericano en general, aunque los turroneros, las casetas de tiro, los nuevos artesanos del hierro y la forja, la miniatura, el barro, etc. mantienen su sitio y su esplendor comercial. También hoy se venden cacharros del hogar, sobre todo de la cocina, pero de acero inoxidable y materiales impensables hace tan solo unas décadas.
Lo verdaderamente extraordinario es que aun hoy, a pesar de los avances sociales y de desarrollo logrados, se percibe durante los días de la Feria de Íllora ese espíritu comercial y popular de antiguamente, sobre todo el meramente festivo y de encuentro entre amigos y familiares. Toda ha cambiado, absolutamente todo, pero el alma de la Feria pervive y es fácil comprobarlo.
De la inevitable e imprescindible revitalización y actualización de objetivos y contenidos de la Feria de Ganado de Íllora hablaremos otro día, también de la necesaria y, a nuestro juicio, prioritaria creación de un espacio público para la ubicación de un Ferial fijo y de titularidad municipal.
Queridos lectores y queridas lectoras: que os sea leve y que disfrutéis de la Feria de este año, llueva o no, y ojo con que ninguna raspa en el gaznate o chinita en el zapato os fastidie ni un solo minuto de la gloria de nuestra Feria. Y si se tratara de llegar a algún acuerdo recordad que “el trato que no se sella con la mano no es un trato, no estará finalizado”.
Antonio Caba_Octubre 2014