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Sexismo lingüístico, ¿cuestión de género gramatical?

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Siglos de lucha feminista avalan el empoderamiento de las mujeres. Aunque desgraciadamente quede mucho camino por recorrer en la equidad de derechos entre hombre y mujer, los logros de éstas han sido significativos, desde los movimientos sufragistas que consiguieron el voto para la mujer, hasta su incorporación al trabajo, el acceso a estudios superiores, etc. Aún es más, gracias a los movimientos feministas los hombres también han conseguido conquistas sociales, desde las más trascendentes como el permiso de paternidad o el matrimonio homosexual, hasta el hecho de que un hombre se pueda sentar en el asiento de acompañante de un coche o no tenga la obligación de ser el responsable económico de la familia, cambios menos ruidosos que los anteriores pero fundamentales para conseguir un nuevo estándar social.

Una de las reivindicaciones del feminismo en la actualidad es el lenguaje no sexista. En los últimos años, se aprecia una marcada tendencia que aboga por un «lenguaje inclusivo» e igualitario. Numerosos institutos, observatorios, laboratorios y demás entidades públicas, así como sindicatos, partidos políticos, asociaciones, plataformas ciudadanas y universidades trabajan en la elaboración de pautas para construir un lenguaje no sexista. Fruto de todo ello son las guías editadas, con mayor o menor acierto, por estos colectivos. También queda patente en las reivindicaciones sociales y gran parte de los discursos políticos. Las preguntas que surgen aquí son evidentes: ¿en qué medida la lengua puede influir en la construcción de una sociedad más igualitaria? ¿es la lengua un indicador razonable del sexismo en la sociedad? pretendemos dar un enfoque medianamente riguroso y en términos exclusivamente lingüísticos que intente dar respuesta a estas cuestiones.

Generalmente, estas guías de buenas prácticas tienen tres puntos de partida principales. El primer punto de partida está basado en estereotipos, circunstancias y prácticas que se admiten como verdades cuando no tienen necesariamente que serlo. Estos estereotipos sostienen teorías tales como que las mujeres son más sensibles en el uso del lenguaje, dicen menos tacos o usan mayor número de diminutivos al hablar. Esto contradice el principio de la lingüística que considera la capacidad del lenguaje como algo innato al ser humano, por lo tanto, si aceptamos estos estereotipos estamos afirmando que hombres y mujeres no nacemos con idénticas capacidades para la lengua.

 

El uso de la lengua puede revelar la ideología de la persona que habla; si alguien en inglés usa la palabra nigger está revelando una ideología racista, al igual que si alguien en castellano usa la palabra zorra o golfa para referirse a una mujer demuestra una ideología machista.

 

Otro punto de partida muy habitual es afirmar que el uso de la lengua es sexista. Si bien es cierto que el uso de la lengua puede ser sexista, también puede ser racista, liberal o marxista. El uso de la lengua puede revelar la ideología de la persona que habla; si alguien en inglés usa la palabra nigger está revelando una ideología racista, al igual que si alguien en castellano usa la palabra zorra o golfa para referirse a una mujer demuestra una ideología machista. Sin embargo, no podemos perder de vista que la lengua y sus reglas no obligan al hablante a usar dichas palabras, el uso de una palabra u otra es decisión de quien habla y no una imposición de la lengua. Como afirma Antonio Fábregas «las lenguas no pueden ser sexistas, de la misma forma que no pueden ser comunistas, ecologistas o liberales».

El tercer punto, el más polémico y del que más se ha escrito, es la asunción de que el sexismo es inherente a la lengua. Esta afirmación contradice otro principio de la lingüística que asegura que la estructura de la lengua no tiene relación alguna con las estructuras de la sociedad. Una de las bases del feminismo es la distinción entre el concepto de género social y sexo biológico, conceptos que no tienen por qué tener una relación directa. Análogamente, en la lengua, existe el género gramatical, concepto que no tiene relación con el género social. Veámoslo en mayor profundidad.

El género gramatical es concordante. Ésto hace que el género gramatical de un sustantivo se pueda identificar de tres formas. La primera, infalible, consiste en acompañar al sustantivo con un adjetivo, por ejemplo, agua clara o niño grande. La segunda, consiste en anteponer un artículo al sustantivo; si bien términos como el libro o la casa son inequívocos, otros como el agua presentarían problemas. La última forma consiste en identificar el género gramatical por la terminación del sustantivo, -o para masculino y -a para femenino. Se trata, por tanto, de una directriz genérica que puede funcionar, pero para nada es rigurosa; palabras como la moto, la mano, la radio o la foto son femeninas mientras que palabras como el mapa, el tema o el pianista son masculinas. De hecho, las terminaciones no sólo sirven para indicar el género gramatical, sino que también pueden indicar tamaño (cesto – cesta), palabras diferentes (navaja – navajo , ruedo – rueda) o incluso diferenciar el fruto del árbol que lo produce (cerezo – cereza, olivo – oliva).

Además el género gramatical es arbitrario. De hecho, en todo lenguaje humano la relación entre significante y significado es arbitraria. La realidad que revelan los estudios lingüísticos es que, en el 84% de los casos, el género gramatical no aporta información sobre elementos extralingüísticos, como el sexo biológico o la diferencia entre árbol y fruto referida anteriormente.

 

Aunque es cierto que el masculino es genérico en castellano, afirmar que esta cuestión obedece a razones sexistas es aventurado. Se trata de un fenómeno propio del español y de otras lenguas, pero no es universal.

 

Aunque es cierto que el masculino es genérico en castellano, afirmar que esta cuestión obedece a razones sexistas es aventurado. Se trata de un fenómeno propio del español y de otras lenguas, pero no es universal. El inglés carece de género gramatical, por lo que usa el mismo sustantivo sin diferenciación para mujeres y hombres, la palabra student (estudiante) es ambivalente para mujeres y hombres, incluso el artículo o los adjetivos que puedan acompañarla. Si decimos the student estamos diciendo indistintamente el estudiante o la estudiante, al igual que si decimos the students estamos diciendo los/las estudiantes, es el contexto el que nos dará la información necesaria. Pero vayamos más allá, lenguas como el Afaro (Etiopía), el Diyari (Australia) o el Koyra (Mali) cuentan con género gramatical cuyo genérico es femenino. Nadie negaría que el patriarcado no ha desaparecido todavía de la sociedad inglesa, menos aún de la etíope o la maliense. Todo ello demuestra que el tercer punto de partida comentado anteriormente es erróneo pues la estructura del lenguaje no tiene relación alguna con las estructuras sociales.

¿Todos y todas? ¿Tod@s? ¿Todxs?

Aunque, como ya se ha comentado, el uso de la lengua puede ser sexista, parece evidente que la lengua difícilmente puede ser sexista. No obstante, existen prácticas que son perfectamente correctas desde el punto de vista normativo y que cumplen con todos los principios del lenguaje para eludir el uso del masculino como genérico. Antonia M. Medina propone, para los colectivos y grupos, el uso de sustantivos genéricos y colectivos (ciudadanía en lugar de los ciudadanos), perífrasis (el personal docente en lugar de los profesores), metonimias (funcionariado en lugar de los funcionarios), las barras en lugar de los desdoblamientos (los/las profesores/as en lugar de los profesores y las profesoras, aunque en este caso sería más recomendable usar el profesorado); también propone el uso de determinantes sin marca de género (cada solicitante en lugar de todos los solicitantes), eludir los adjetivos y/o participios en género masculino (natural de en lugar de nacido en), uso de se impersonal (se decidirá judicialmente en lugar de el juez decidirá), omisión del sujeto cuando sea posible en determinadas formas personales del verbo (si quiere salir en lugar de si el usuario quiere salir) o el uso de formas no personales del verbo (es necesario prestar atención en lugar de es necesario que el alumno preste atención).

 

El problema no es la lengua, es el patriarcado, —no puede existir un uso no sexista generalizado de la lengua si en la sociedad subyace una cultura machista—, difícilmente se podrá encontrar algo más democrático que el feminismo y el lenguaje.

 

La aplicación de estas pautas y evitar los duales aparentes (términos con una connotación en el significado diferente según el sexo al que se refieran) así como el utilizar un tratamiento a ambos sexos simétrico, garantiza un uso el lenguaje no sexista perfectamente compatible con las normas de la lengua española y los principios de la lingüística.

¿Cuestión de igualdad o cuestión política?

El famoso «los miembros y miembras» de Bibiana Aído, por entonces responsable del Ministerio de Igualdad, revela la parte más esperpéntica del debate por una lengua igualitaria. Es evidente que, ejemplos como éste son considerados por la mayoría de la sociedad como faltos de rigor y con fines claramente electoralistas; sin embargo, parece que el discurso está calando hondo. En los últimos tiempos es bastante común que las esferas de poder se apropien de discursos y reivindicaciones ciudadanas y la clara falta de rigor de la que hacen gala la gran mayoría de esas guías (afortunadamente no todas) parece que va en la línea de intentar apropiarse de un discurso que consideran rentable. Los efectos secundarios son evidentes: el daño que hacen a la lucha feminista, a la justicia social e, incluso a la inteligencia humana. El problema no es la lengua, es el patriarcado, —no puede existir un uso no sexista generalizado de la lengua si en la sociedad subyace una cultura machista—, difícilmente se podrá encontrar algo más democrático que el feminismo y el lenguaje, y parece que hasta de eso se quieren apropiar.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Juan Antonio Sánchez

Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen