Entrevista a Diego Cañamero. Por Juan Antonio Sánchez
Llegamos en una fría tarde de noviembre al Centro Obrero Diamantino García en El Coronil, nuestra anfitriona Mari García, también del sindicato, nos conduce a un salón de reuniones. De las paredes del salón cuelgan numerosas fotos y carteles con referencias al 1 de mayo, 8 de marzo, 4 de diciembre, fechas trascendentales para la lucha obrera en Andalucía. Diego no tarda en aparecer, su
tranquilidad, seriedad y timidez, contrastan con su imagen pública. En dos horas tiene que estar en una reunión a setenta kilómetros de aquí, aún así nos atiende.
Son innumerables las acciones sindicales en las que ha tomado parte y cuenta las detenciones sufridas por decenas. Lejos de dejarse amilanar, a sus cincuenta y siete años, Cañamero sigue más activo que nunca, siendo uno de los pocos halos de esperanza para esa Andalucía en la que él cree, muy diferente al oficialismo de Tiene Arreglo, el Rocío, la Semana Santa y los Morancos. Cuando le escucho hablar, en mi cabeza no deja de sonar la canción de Pepe Suero, una de sus favoritas:
Andalucía, la que divierte.
Grabao a fuego lleva un puñal.
De yunques viejos, que la dirigen.
Y la enseñaron solo a rezar.
Andalucía, la que divierte.
Lleva siglos de resignación.
Y vende penas a los señores.
Que compran risas por su dolor
¿Cómo nace el SAT? ¿Cómo ha evolucionado desde los orígenes del SOC?
Lo primero que ha existido sindicalmente en Andalucía -que después le ha dado parte de vida al SAT- ha sido el SOC. El Sindicato Obrero del Campo nace el 1 de agosto de 1976 en Antequera -todavía en la clandestinidad-. Le dimos vida al proceso constituyente del sindicato, y su primer congreso fue en Morón de la Frontera en septiembre del año 1977. Durante todo este tiempo el SOC
ha sido el sindicato del medio rural, de los jornaleros, del campo. Nuestra vida ha estado vinculada a la tierra: la reforma agraria, los convenios colectivos, el paro etc.
En el año 2007 vemos, junto a otras organizaciones y colectivos, la necesidad de crear algo más amplio que le diera también cobertura a los distintos sectores de trabajadores de Andalucía. En septiembre se funda el Sindicato Andaluz de Trabajadores. Soy portavoz nacional tanto del SAT como del SOC, del que también soy secretario general.
La tradición del sindicato es claramente agraria, quizá el gran cambio ha sido de pasar del SOC, un sindicato del medio rural, al SAT, un sindicato que incluye todos los sectores laborales ¿Qué diferencias habéis notado? ¿Pensáis que se pueden perder los valores iniciales o, por el contrario, ayuda a construir, a crecer y a converger con más gente?
Ha sido una complementación. El SOC es un sindicato a pie de tajo, de acción directa, no burocrático; un sindicato que no estaba vinculado única y exclusivamente a los convenios colectivos, sino más bien a la lucha social. El SAT ha tomado en su ideario parte de esa tradición que nosotros hemos venido manteniendo durante más de treinta años en el SOC. Es un sindicato al que no le ata la burocracia y por tanto ha supuesto un fortalecimiento para los trabajadores de todos los sectores.
¿Qué nos puedes contar de tu experiencia política como alcalde de tu pueblo: El Coronil?
Creo que la alcaldía hace que la persona se convierta casi en un sabio, porque te llegan todos los problemas del pueblo y, sobre todo, cuando tú eres sensible, abres las puertas del ayuntamiento y la gente puede abordarte en cualquier momento. La verdad es que es una experiencia bonita, valiosa, muy dura, no está pagado con nada si realmente sientes los problemas de tu pueblo, si no lo haces como una especie de privilegio o profesión, si lo haces por devoción, para servir a la gente. Hay quien busca la política municipal simplemente como manijero de una estructura, de un cortijo. La experiencia mía en El Coronil fue bastante interesante. Aprendí mucho de los ciudadanos, a veces sentías frustración por no poder atender todos los problemas de la gente, pero fue una experiencia bastante valiosa y bonita.
El sistema y el poder -sobre todo el poder político-, intenta por todos los medios paralizar la justa lucha de los pueblos y de los trabajadores con represión, con cárcel y con multas, en lugar de aplicarle medidas a los evasores de capitales y a los banqueros, que realmente son los que tendrían que pagar las consecuencias de todo este desastre económico.
Recientemente se ha hecho pública la resolución del TSJA por la que se te condena a ti, a Juan Manuel Sánchez Gordillo y a otros dos miembros del SAT a siete meses de cárcel. ¿Qué piensa Diego Cañamero de este tema?
El sistema y el poder -sobre todo el poder político-, intenta por todos los medios paralizar la justa lucha de los pueblos y de los trabajadores con represión, con cárcel y con multas, en lugar de aplicarle medidas a los evasores de capitales y a los banqueros, que realmente son los que tendrían que pagar las consecuencias de todo este desastre económico. Empiezan a mirar a los que realmente nos oponemos a esa injusticia. A mí me parece que el Gobierno quiera meter en la cárcel a personas que ni hemos hundido el Prestige; ni nos hemos llevado dinero a los paraísos fiscales; ni hemos arruinado a cientos de familias con BANKIA; ni le hemos quitado las casas a nadie; ni hemos hecho reformas laborales cruentas; ni le hemos dado a los bancos doscientos mil millones...a los que no hemos hecho eso y queremos una sociedad mucho más justa, más igualitaria y donde realmente se apliquen otras leyes que favorezcan a la población, a esos nos condenan, y a los demás les pasan la mano.
Decía el otro día un compañero bastante sabio: “la justicia es ciega, no, la justicia en este caso es tuerta. Con el ojo que tiene bueno ve a los que luchamos, y con el otro no ve a los banqueros, ni a los evasores de capitales, ni a todos los granujas y sinvergüenzas”.
La sentencia contra nosotros es un escarmiento, un intento de amedrentar al pueblo, demostrar ante la opinión pública que hay que parar a los que realmente luchan y a los que se atreven a desafiar al poder.
La finca Las Turquillas la hemos ocupado diez veces, y es precisamente ahora cuando dicen que hemos hecho una desobediencia grave, cuando no ha habido ningún altercado, ni agresividad, simplemente hubo un desalojo pacífico.
El sistema piensa que así van a parar a los pueblos, igual también lo pensaba la dictadura de Franco y, sin embargo, las manifestaciones iban a más, la rebeldía de la gente iba a más. Cuando se reprime a un pueblo y no estás legitimado para reprimir, el pueblo se te vuelve en contra.
Cuando ocupamos una finca no necesitamos que nos manden a la policía, necesitamos peritos agrónomos para que nos ayuden a hacer los proyectos que hagan que las cooperativas funcionen.
¿Qué papel juegan los grandes medios de comunicación en todo este contexto?
Los grandes medios responden a los intereses de los poderosos, que son los que los financian. Hay una teoría clara: quien paga, manda. Si detrás de una televisión está una multinacional que defiende el sistema y que está de acuerdo con todo lo que está pasando, ese medio de comunicación está para condenarte, desprestigiarte, para ridiculizar y extremar tu lucha. Y, claro, la gente por desgracia es manejable. ¿Cómo se explica esta situación donde la gente se deja engañar?, pues toda la vida fue así.
Es muy importante que los ciudadanos despertemos y nos demos cuenta de que el poder o los poderes, en democracia o sin democracia, cuando no actúan en favor de los ciudadanos se convierten en títeres, deslegitimados ética y moralmente ante el pueblo.
Tras las acciones en Mercadona y Carrefour, y las marchas del verano pasado, te vimos salir esposado ante el TSJA de Granada el mismo día que detuvieron a Bárcenas, a quien nadie vio en su detención. Desde el SAT parece que lleváis una ventaja evidente a la hora de ver los diferentes movimientos mediáticos. ¿Cómo repercute eso en las movilizaciones y en la captación de gente?
Le tenemos que dar el valor que tiene a la palabra. A los debates en televisión vamos desnudos, no escondemos absolutamente nada. Entendemos la política como una especie de devoción.
Esos debates siguen un guión establecido, y cuando les dices que una bombona de butano estaba en 12 Euros y ahora cuesta 16; o que la luz ha subido un 22%; o que un simple Frenadol costaba 5 Euros y ahora cuesta 6,25; o cómo han subido los artículos de primera necesidad o les hablamos de que tenemos un 37% de paro en Andalucía y de que hay dos millones de pobres; que el paro juvenil alcanza el 67%, y que estas cosas no se solucionan con datos estadísticos sino remangándose los pantalones y aplicando políticas en favor del pueblo, cuando tú hablas de esas cosas, ellos cada vez tienen menos argumentos.
Es muy importante que los ciudadanos despertemos y nos demos cuenta de que el poder o los poderes, en democracia o sin democracia, cuando no actúan en favor de los ciudadanos se convierten en títeres, deslegitimados ética y moralmente ante el pueblo.
En tiempos de afirmaciones como la de “todos los políticos son igual de corruptos” y una inminente reforma que va a dejar con escasas competencias a los Ayuntamientos. ¿Se hace difícil reivindicar la municipalidad, la política local?
Cuando llegué a la alcaldía de El Coronil tenía una cosa muy clara, y es que yo tenía que defender a los trabajadores. El ayuntamiento no es una cosa neutral, no es un órgano en abstracto, sino que esa estructura municipal tiene que favorecer a los trabajadores, a los ciudadanos.
Hicimos cerca de 500 viviendas -la más cara que se vendió fue por 15.000 Euros-; vendimos parcelas urbanizadas de tierra para que la gente se hiciera sus casas de 120 metros cuadrados- la más cara que se vendió fue por 5.000 Euros-; las casas de renta que hicimos pagan de 15 a 40 Euros al mes.
En políticas sociales hicimos una hacienda y una fiscalidad del pueblo; el 80 por ciento de las viviendas del pueblo -las de los trabajadores-, ninguna tienen de valor catastral más de 8 millones de las antiguas pesetas, a esas viviendas les aplicamos un menor porcentaje en su contribución que al 20 por ciento restante.
También hicimos una reforma agraria en miniatura para nuestros abuelos, y dimos huertos sociales a toda la gente mayor de 60 años. Se creó una televisión local, el juez de paz se eligió mediante referéndum, todas las listas eran públicas, en definitiva, una política desde el punto de vista social, justa.
También se habla mal de los sindicatos. El Portavoz Nacional del SAT, ¿qué piensa de las subvenciones con dinero público que reciben algunos colectivos sindicales?
No estoy en contra de que el Estado subvencione a estas organizaciones con ayudas que tengan finalidad finalista, es decir, si recibes un dinero para hacer un curso de formación, ese curso se tiene que realizar y demostrar que el dinero se ha gastado íntegramente en esa actividad. Lo que no estoy de acuerdo es que a UGT Andalucía se le diera 60 millones de Euros en un año, a
CC.OO. 58 millones de Euros y a la patronal CEA se le dieran también 60 millones de Euros. Estas cosas no pueden ocurrir, el dinero público no es de los políticos, y tiene que existir un criterio justo a la hora de repartir el dinero a unos o a otros. En Huelva llevamos atendiendo a los inmigrantes 25 años, presentamos un proyecto y nos dieron 1.000 Euros, para esa misma finalidad UGT y CC.OO. recibieron 300.000 Euros cada uno.
Continuamente vemos protestas, huelgas de estudiantes, sanitarias, del sector del trabajo social, etc. La represión va en aumento y muestra de ello es la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, ¿volvemos al pasado en lugar de avanzar?
Este sistema capitalista del libre mercado resuelve sus crisis arrebatándole al pueblo sus derechos y complementando esa pérdida de derechos con la represión. Saben perfectamente que están aplicando unas leyes injustas, y para que el pueblo no se mueva añaden también la represión. Para ello tienen el poder de los jueces, de las fuerzas de seguridad, incluso el Fiscal General del Estado lo elige el Gobierno. Se intenta evitar que haya ejemplaridad en la lucha, en la pelea, para que eso no contagie al resto de la sociedad.
El SAT es un sindicato que desde el año 2008 viene golpeando contra la injusticia, y que por las razones que sea ha llegado a tener un cierto prestigio en la sociedad, tanto en Andalucía como en el resto del Estado. Nos ven como un peligro, y se intenta por todos los medios reprimir al movimiento obrero.
Uno de los emblemas, ejemplo pragmático de las reivindicaciones del sindicato, es la finca de Somonte, ¿cómo evoluciona ese proyecto y los demás proyectos de cooperativas?
Somonte se ocupó el 4 de marzo de 2012, estamos intentando regularizar su situación para poder demostrar que en las mismas condiciones que los demás propietarios, esa finca puede dar mejor resultado que el que está dando con la gestión de la Junta de Andalucía. Pero ellos no quieren regularizar esa situación, porque si dejan que accedamos a las ayudas de Europa y empezamos a sembrar cultivos sociales, arboleda, olivos, etc, y empezamos a dar jornales, queda en evidencia que las fincas en manos de la Junta o del Estado no son útiles.
¿Cómo van los planes de convergencia con otras organizaciones sindicales, partidos políticos o el famoso bloque crítico que se ha creado aquí en Andalucía?
Bien, aunque con toda la dificultad que sabemos que tiene la izquierda siempre a la hora de unificar posturas, criterios y planteamientos. La prueba fundamental va a ser el 22 de marzo, en la marcha que tenemos prevista para Madrid. Ahí el bloque crítico y toda la sociedad andaluza tiene que tener una actitud firme, coherente, y no nos pueden dividir las banderas, ni las comas, ni los puntos, ni el comunicado final. Lo que nos tiene que unir es el derecho del pueblo de conquistar lo que le están quitando, y decirle a los gobiernos, y a la Troika, que no representan a los pueblos aunque tengan su voto, que se vayan.
¿Bastaría un cambio de gobierno o se necesitaría un cambio social?
Hace falta un cambio de gobierno, un cambio de mentalidad, un cambio de política y un cambio evidentemente de sistema. El sistema económico de libre mercado tiene una enfermedad que no se cura con Aspirina, necesita bisturí. Hay que abolir el sistema capitalista y crear una sociedad mejor, donde en el centro de todo estén las personas.