Fela Kuti no es un hombre, es dinamita
Si alguien duda que hay música que puede llevar a un estado de trance sin necesidad de las drogas o el alcohol, le recomiendo que viaje Nigeria y vaya a un concierto de afrobeat. Aquello es una experiencia colectiva donde músicos, bailarines, policías, buhoneros, carteristas y público en general quedan sintonizados en una misma frecuencia emocional, y conectados a través de un ritmo hipnótico y melodías sensuales que entran por la sangre y te controlan.
Tuve la suerte de trabajar durante casi un año en Lagos, y allí descubrí a Fela Kuti y su legado, el afrobeat. Fela fue en vida y continuará siendo por siempre un grande entre los grandes. Quien no haya oído hablar de él, ni siquiera por el musical de Broadway, por favor que se dé un paseíto por la Wikipedia para conocer los detalles. Aquí voy a dar simplemente mi punto de vista.
Fela era un hombre de sentimientos y acción, con una posición política clara y un altísimo sentido de la justicia. Fue una persona honesta y generosa. Jamás engaño a ninguna de sus mil mujeres, quienes sabían perfectamente que andaba con otras novecientos noventa y nueve. Nunca defraudó a quienes le siguieron como líder político, enfrentándose a los gorilas corruptos y sanguinarios que dejaron los británicos en Nigeria tras su independencia, para asegurar sus intereses petroleros. La vida de Fela fue trágica y ejemplar, con episodios horrendos como el asesinato de su madre por parte de los militares, y situaciones paradójicas, como su deportación de los Estados Unidos por no tener los “papeles” en regla, cuando ya era una figura reconocida que había dejado una huella profunda en la música popular norteamericana.
El afecto y la admiración que los nigerianos sienten por Fela es abrumador. En un país tan diverso (en Nigeria se hablan más de 200 lenguas), este hombre es venerado por prácticamente todas las personas que conocí allá. Quizás porque cantó y literalmente luchó por los derechos de más de ciento cincuenta millones de pobres gobernados por un puñado de militares ricos y corruptos al servicio de Gran Bretaña y las compañías petroleras.
Fela era un hombre de sentimientos y acción, con una posición política clara y un altísimo sentido de la justicia. Fue una persona honesta y generosa. Jamás engaño a ninguna de sus mil mujeres, quienes sabían perfectamente que andaba con otras novecientos noventa y nueve.
Sin embargo, para quienes estamos al margen de la situación de Nigeria, el mayor aporte de Fela fue el afrobeat, una combinación de música Yorubá con jazz, funk y highlife. El resultado fue una música hipnótica, con canciones larguísimas pero que no cansan, con una la percusión poderosa como un rio, solos de saxo y de piano juguetones, líneas de bajo muy “funky” y la voz desgarrada de Fela, como un gran jefe llamando a la guerra. Ni yo ni mis hijos tenemos la más mínima idea de lo que dicen las letras en Yorubá, pero las cantamos a todo grito porque es imposible evitarlo: el cuerpo te pide moverte y la garganta te pide cantar.
La producción de Fela fue abrumadora. No sé cuantos CD’s compré en Lagos (oficiales y piratas) pero al menos tengo unos 20. Mi favorito es “Live!” (1971) donde tiene como músico invitado a Ginger Baker (baterista de Cream), quien vivió en Nigeria desde 1970 hasta 1976. Hoy dia podemos oir la influencia de Fela Kuti en la música de artistas tan diversos como Beyoncé o Brian Eno. Pero son sus hijos, Femi Kuti y Seun Kuti, y el gran Tony Allen, su baterista de toda la vida y director musical de su banda, quienes mejor preservan la esencia musical de Fela.
En todo lo relativo a su vida y a su música Fela parece haber tomado como propia la expresión de Nietzsche: “Yo no soy un hombre, soy dinamita".
José Nitsuga