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Entrevista. Luis Pastor

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El mundo de la música, tan propenso como cualquier otro a dejarse seducir por los cantos de sirena de los que manejan los hilos, tiene entre sus más insignes integrantes a un artista que ha sabido -y ha querido- realizar el conjunto de su obra alejado del entramado que rodea a la industria musical, donde casi siempre, inevitablemente, el precio es la libertad, la creativa y quizás también la otra.
Ese empeño de Luis Pastor (Berzocana, Cáceres. 1952) por no dejarse “domesticar”, ha estado ligado siempre a su compromiso con los que engrosan la inmensa balsa pétrea de los olvidados; voz necesaria siempre, es en tiempos como estos donde su palabra se hace imprescindible.
Con una trayectoria profesional  de más de 40 años, entre sus composiciones se encuentran algunas de las más hermosas canciones escritas en lengua castellana. Infatigable en la búsqueda de nuevas experiencias, ha buceado en la música popular de África o América.
“El viaje del elefante” es el proyecto que acaba de presentar, donde pone música a 14 poemas de José Saramago para el espectáculo creado por la compañía “Trigo Limpio Teatro ACERT” sobre la historia homónima del autor portugués. El fado, la morna y la chula, Portugal y Cabo Verde... la fusión, en definitiva, musical y sentimental que desde su comienzos ha estado íntimamente ligada a la trayectoria de Luis Pastor.

¿Cómo surge la posibilidad de poner música a “El viaje del elefante”?
Mi relación con el grupo de teatro ACERT, de Tondela viene de muchos años atrás. Ellos hacen un festival de músicas del mundo y desde el año 1996, con “Diario de a bordo”, he tenido presencia en ese lugar. Es un grupo de teatro que lleva 38 años existiendo en un pueblo de diez mil habitantes que tiene un centro cultural impresionante.
Yo había musicado a José Saramago en el disco-libro “En esta esquina del tiempo”; cuando nació la idea en el grupo de teatro de asumir la novela de Saramago como una obra de teatro de calle, el director vino un verano a casa para proponerme que hiciese las músicas de “El viaje del elefante”. En un principio, yo planteo que en lugar de hacer letra y música para esa obra de teatro, ya dentro de la obra poética de José existían temáticas que tenían que ver con las escenas que habían elegido para la obra. En Tondela, con “A cor da lingua” (la sección de músicos de ACERT), montamos las canciones. Este es el tercer verano que hacemos el espectáculo en distintas ciudades de Portugal. En cada ciudad hay cien voluntarios que participan como actores en la obra, ayudados durante esa semana por los miembros de la compañía.

¿Qué ha supuesto en tu obra y en tu vida José Saramago?
El haber compartido ratos, días y momentos con José ha sido un placer. Diez años antes de grabar “En esta esquina del tiempo” ya nos conocíamos personalmente. Cada vez que iba a Lanzarote a presentar un disco, al día siguiente iba a su casa a tomar café. Habíamos tenido participación conjunta en las movilizaciones del “No a la guerra”, en la primera manifestación que se hizo en Lanzarote a nivel mundial en 2003. La noche antes compuse “No a la guerra” y él dio un discurso al final de la manifestación.
Ha supuesto sobre todo la llegada personal a un puerto que tiene que ver con la música y la lengua portuguesa, que siempre ha estado presente en mi música, desde que a los diecisiete años descubrí a José Afonso, a Fausto, a Sergio Godinho, a José Mario Branco. A tanto cantautor portugués con los que compartimos esperanzas y luchas en aquellos años, que llevaron a mi música por un mundo por el que siempre quise transitar, y que me hizo pensar que acabaría grabando un disco en portugués. Creí que sería un disco con canciones de Jose Afonso, porque he cantado toda la vida sus canciones, le he hecho homenajes cuando él estaba enfermo. En el año 1987 cantaba todos los lunes sus canciones en el “Elígeme” de Madrid para mandarle a él y a su familia dinero. Pero el día que José me regaló el libro con su poesía completa -que se iba a publicar a la semana siguiente- y de broma le dije que le iba a musicar sus poemas. Cuando me subí al avión y empecé a leer esa poesía escrita  cuarenta años atrás, parecía que me estaba esperando; tenía tanto que ver con el mundo poético, surrealista y al mismo tiempo crítico y social de las canciones y la poesía de Jose Afonso.
Pensé que iba a ser una vez solo, pero con la llegada de este maravilloso proyecto de “El viaje del elefante”, ahora mismo tengo veintiocho canciones en mi repertorio con sus poemas. Once de ellas arregladas para orquesta sinfónica, que se han interpretado en el Festival de la Guitarra de Córdoba, con la sinfónica de Cordoba; en Lisboa con la Metropolitana, y en Rivas-Vaciamadrid con la orquesta Athanor, formada por los alumnos y profesores de la escuela de música del barrio.

 



Contaba Saramago que su abuelo, instantes antes de morir, se abrazó uno por uno a los árboles de su huerto para despedirse de ellos. Ese maravilloso gesto parece dejar entrever la gratitud por una vida plena...”Por la luna de tu cuerpo”, “Luna abril”, “Amanecer”...¿cuáles son tus árboles más queridos?
El árbol más querido -cuando uno tiene una edad- es la infancia. En mi caso me remite a la naturaleza, al campo, al huerto, a los olores y a los sabores; a las imágenes que por más tiempo que haya vivido uno en la ciudad siempre lo devuelven a la aldea.
Hay una cercanía en la imágenes de las fotografías en blanco y negro de las generaciones de nuestros padres y abuelos (tanto en Portugal como en España), que pasa por la miseria, que pasa por la incultura, por el campo y los jornaleros; por un mundo que supo retratar tan bien José Saramago en “Levantado del suelo”.
Es verdad que en mi mundo de la infancia existen los árboles físicos que pueblan mi memoria, pero  también los árboles de la ternura, los árboles de los recuerdos; los rostros que nunca más van a estar pero que te acompañarán siempre. La imagen de tu abuelo sastre y sacristán que se emborrachaba todas las noches; el corral, las gallinas, el huerto...Todo lo que cuento en alguna de las canciones posiblemente más bonitas que haya escrito. La primera fue “Flor de Jara” en los años ochenta, y posteriormente la canción “Soy”, que es mi biografía. Si me tuviera que agarrar a algún árbol sería a “Soy”.

En tu anterior trabajo te preguntabas sobre el destino de los cantautores de tu generación. Desde tu implicación directa en la lucha por las libertades durante la transición, ¿Crees que es necesario acometer un proceso sereno de reflexión sobre ese periodo fundamental de nuestra historia reciente?
Hay una cultura que ha formado mi manera de ser como persona y como cantante que tiene que ver con las raíces obreras, las raíces vecinales y las cristiano-marxistas. Con el mundo que vivimos una generación que fue capaz de ser valiente, de luchar contra la dictadura y creer en la fuerza de la colectividad; ése es nuestro bagaje y nuestras señas de identidad.
Esa reflexión yo la vengo haciendo en mis poemas y canciones y, evidentemente, en “¿Qué fue de los cantautores?”, mi anterior trabajo. Si hoy día hay una reflexión sintetizada de cuarenta años de historia de este país, creo que es ése poema, que además es inatacable desde la propia derecha.
¿Qué fue de los cantautores?” es la verdad de alguien que no ha jugado a la ambición, que no ha jugado al poder ni al dinero, que ha sido coherente con lo que aprendió en su juventud y que ha podido vivir de algo tan maravilloso como es cantar.

 

El capitalismo triunfante desde la caída del muro no necesita justificarse ni ser generoso con los trabajadores. Está imponiendo una guerra desde hace años que nos ha llevado a esto que ellos llaman crisis y que en el fondo es un engaño.



La renuncia a la 3ª república, la aceptación de la monarquía por parte del Partido Comunista, el abandono de las doctrinas marxistas del Partido Socialista, la entrada en la OTAN... ¿Mereció la pena la los años de resistencia franquista y la lucha por las libertades?
Los análisis históricos, una vez pasado el tiempo, demuestran que podía haber sido otra la realidad. El primer desencanto de mi generación y de gente como yo, que nos lo creíamos, llegó después de las primeras elecciones.
En mi caso personal me llevó a dejar de cantar. En el año 79 decido bajarme de un caballo triunfador, con mi tercer disco en la calle y dando recitales en todos los teatros de España. Como consecuencia de un programa de televisión que nos dio Suárez (donde saqué el barrio de Vallecas y una bandera republicana en un mitin del PSP), dieron lugar a situaciones muy agresivas y violentas en los recitales: amenaza de bomba en el Teatro Alcalá con los policías entrando con los perros en el intermedio; amenaza de incendio en Santander y amenazas de la extrema derecha a los teatros para que no se celebraran mis conciertos...
¿A qué nos habría llevado en ese momento la ruptura con lo anterior? Posiblemente a un enfrentamiento de las dos Españas de siempre, o quizás a haber hecho justicia, que no se hizo.
El primer desengaño lo vivimos en ese momento, además, esa farsa de golpe de estado hizo a todo el mundo virar hacia el PSOE, otorgar mayoría absoluta a Felipe González y es verdad que ahí hay una realidad que empieza a cambiar. El fascismo esconde las orejas, les da vergüenza asumir quiénes son (hoy ya no les da, y vuelven a sacar sus banderas y sus insignias). Sí, hubo un momento en que una mayoría social de este país supo arrinconar a los eternos vencedores de la historia de España.
 A toro pasado podía haber sido de otra manera, es verdad. Pero es la nueva generación de jóvenes, golpeados por una realidad que vuelve a ser parecida a la de mi juventud, o incluso más dura porque hoy no se ven perspectivas de futuro, los que tienen la palabra.
Y volvemos a ser “los otros” que yo anunciaba al final del siglo pasado. Para que nos pusiéramos en el lugar de los que estaban viviendo lo que ahora volvemos a ser, mano de obra barata, excluidos de nuestros derechos, robados, marginados en una sociedad que no entiende de humanidad.
El capitalismo triunfante desde la caída del muro no necesita justificarse ni ser generoso con los trabajadores. Está imponiendo una guerra desde hace años que nos ha llevado a esto que ellos llaman crisis y que en el fondo es un engaño.
Creo que gente como yo seguimos siendo resistentes, todavía tenemos capacidad de ilusión, de contagio, de entusiasmo; seguimos creyendo en la bondad, porque si no, evidentemente, habríamos arrojado la toalla.

“Creo en el hombre...” así comienza “Fidelidad” de Blas de Otero, inmenso poema que musicaste en el disco del mismo título. En una sociedad -en su mayoría- indolente y resignada, ¿Se puede seguir creyendo en el hombre?
Creo que es lo único en lo que podemos creer. Saramago decía que si hay una revolución en la que cree es la de la bondad, y en eso entra, por supuesto, el ser humano.
Cuando yo tenía dieciocho años, lo que aprendía no era solo que íbamos a hacer la revolución sino que íbamos a ser capaces de cambiar al hombre, de desaprender lo que nos habían obligado a ser. Desde todo lo que representaba a nivel represivo la enseñanza de la religión (que influía en nuestro pensamiento, en nuestra sexualidad, en nuestras vidas), hasta la libertad de pensamiento y la libertad de palabra. Es la única esperanza que tenemos.
Es en los peores momentos cuando más clara se ve la capacidad del ser humano de sacar lo mejor de sí. En estos años de crisis vemos cómo son los propios ciudadanos los que crean redes de ayuda alimentaria, de solidaridad con el que va a ser desahuciado; son los ciudadanos los que toman la calle en mareas de todo tipo para que no nos aplasten.
Creo que es en eso en lo que podemos creer, porque lo demás es palabrería. Sobre todo desde el lado más pragmático de la política que al final es la mentira. Nos quieren sujetos pasivos y no ciudadanos libres.
Llevábamos años en que nos teníamos que tapar la nariz para votar entre lo malo y lo peor. Hoy día se abren otras posibilidades y otras formas de exigencia para que el político vuelva a asumir el papel para el que fue elegido. El político se ha profesionalizado y se ha olvidado de por qué llegó ahí. Y muchos de ellos cuando eran jóvenes tenían ideas maravillosas, pero se han dejado pudrir. Y en esa podredumbre que sube por nuestros pies es en lo que estamos todavía.

 

Es en los peores momentos cuando más clara se ve la capacidad del ser humano de sacar lo mejor de sí. En estos años de crisis vemos cómo son los propios ciudadanos los que crean redes de ayuda alimentaria, de solidaridad con el que va a ser desahuciado; son los ciudadanos los que toman la calle en mareas de todo tipo para que no nos aplasten.



Tienen los músicos una suerte de vida trashumante, la libertad plena del que se encuentra en un continuo viaje a ninguna parte. En 2003 ruedas “Escenario móvil”, documental dirigido por Montxo Armendáriz que relata una gira de conciertos que realizaste por pueblos de Extremadura. ¿Qué nos puedes contar de esa experiencia?
Cuando llega la autonomía a Extremadura, dos personas que pertenecían a un grupo de teatro se inventan unos camiones que llegan en verano a las plazas de los pueblos y se convierten en un escenario móvil. Ese proyecto lleva ya funcionando treinta años, y yo todos los veranos tuve presencia en ese proyecto. Cuando mis niños eran pequeños, en mi pueblo montaba el cuartel y acabábamos viviendo dos meses en Extremadura. Era un ejercicio de humildad, porque llegas a una aldea, cantas junto al cementerio o en la plaza del pueblo, rodeado de bares, con ochenta niños corriendo y viejitos con la garrota que no sabes si les estás gustando o no. Es un sitio difícil de torear pero al mismo tiempo interesante.
Un día le cuento a Montxo el proyecto y se queda fascinado. Un par de años más tarde me propuso hacer el documental. Elegimos los pueblos más bonitos y planteamos la idea principal del documental: contar la realidad de la Extremadura de final del Siglo XX. Una Extremadura polémica porque incluía Las Hurdes, que arrastraba la historia negra de la película de Buñuel y que ha permanecido en el tiempo hasta hoy. En los años setenta era impensable que nadie se acercase por las calles de Las Hurdes con una cámara porque la gente reaccionaba mal. Se habían sentido dolidos, maltratados, aunque esa era su realidad y la película fue una denuncia de la incomunicación y la miseria del campesinado.
El documental “Escenario Móvil” resultó una experiencia bonita, siempre quedará ahí para el recuerdo.

Llevas años reivindicando la copla, que al igual que el flamenco, sufrió unos años de enorme desprestigio. ¿se ha sido injusto con esos géneros a causa de prejuicios ideológicos?
Yo los he tenido. Con siete años era un niño de copla, era “Joselito”. Tenía la misma voz de pito que él. Era mi ídolo junto con Marisol, Farina...lo que escuchaba por la radio o cantaba mi padre en el campo cuando araba la tierra.
La primera vez que salí de mi casa solo en Madrid, fue a comprarme una partitura de piano a la Unión Musical de la Carrera de san Jerónimo, porque participaba en un concurso de Radio España cantando una canción de Manolo Escobar. A los catorce años me pongo a trabajar y me empieza a cambiar la voz, y ya pensé que no iba a ser cantante. Con quince años me compro mi primera guitarra y llego a la canción a través de la política. En el barrio había curas obreros y seminaristas, uno de ellos tocaba la guitarra y con él aprendí los primeros acordes; empecé a cantar canciones de Atahualpa Yupanqui  en la misa de jóvenes de mi barrio y también cosas de Paco Ibáñez. Descubrí unas músicas diferentes, una manera de cantar diferente, y me alejé de todo lo que tenía que ver con la copla o el flamenco. Hasta Serrat, que en el fondo es el más coplero, era al que menos oía; su tímbrica y su vibrato está muy cercano a la copla, y él eso no lo perdió nunca, todo lo contrario, le dio una dimensión diferente, por eso Joan Manuel Serrat es el más grande.  Yo me puse a descubrir otros cantantes y a aprender a cantar de otro modo con  Daniel Viglietti, Violeta Parra, Joan Baez, todo lo que estaba sonando en el mundo a nivel de canción popular y de protesta.
Carlos Cano, compañero de lucha y de canto, es un tipo que asume sus raíces, indaga en la copla y el folklore de su tierra y los dignifica, quitándole la caspa de la que se había impregnado en los años en que la dictadura se apropió de esas señas de identidad que eran de todos. Pasaba igual con el fado, el único disco de fado que había en mi casa era de Carlos do Carmo, un disco de un poeta portugues que era del Partido Comunista. A Amália Rodrigues -a la que hoy adoro-, en la época donde estuve más en contacto con los cantantes portugueses de aquella generación, no la oía, ni ellos tampoco. Les pasaba lo mismo que a nosotros aquí con la copla. Una vez que otras generaciones y otras voces asumen esas canciones, uno ve el auténtico valor de esas músicas.
De alguna manera, sin yo quererlo, ese grifo que cerré en mi adolescencia gotea y salen cosas, como “Mi guitarra” del disco-libro “Soy”, que la llevo a los jaleos extremeños.

 

De izquierda a derecha: Pedro Pastor,  Luis Pastor y Lourdes Guerra



Tu relación con la industria discográfica no ha sido fácil  ¿Cuáles son los motivos por los que decides crear “Flor de jara”, tu propio sello discográfico?
Por la realidad que se vive en el mundo de la música. Llegó un momento donde las discográficas se creyeron que todo el monte era orégano, y aquel que no vendía más de doscientos mil discos empezó a ser pasto de la trituradora de la maquinaria de la marginalidad. Cuando retomo mi carrera en el 82 grabo con Movieplay y Fonomusic. A partir de ese momento me doy cuenta de que ya no nos querían. Y menos a gente problemática como yo que hace dimitir al director de programación de TVE. A mí me salva -a nivel discográfico- el hecho de hacer de ciego en televisión y cantar canciones políticas. Cuando desde la industria musical olvidaron a los cantautores, el público hablaba los lunes de lo que había dicho el ciego en la tele. Me contrata otra multinacional, grabo al ciego, sigo grabando otro disco, al año siguiente me tengo que ir a otra compañía porque nunca se cumplen las expectativas que ellos esperan, ya que sólo ven a nivel de la industria, que finalmente será lo que les entierre.
A final de los ochenta grabo “Aguas abril” con Polygram y me planteo fórmulas nuevas para seguir grabando. Hasta que llega un momento en que ya no es preciso grabar en los estudios de las casas de discos y puedes hacerlo en un estudio de un músico, o meterme en un pufo de cinco años porque me voy a grabar a Sao Paulo con Chico César el álbum “Pásalo”. Realmente lo que he hecho ha sido ser el dueño de mis discos, cosa que en los años setenta no lo era.
Fue un acierto con “El Europeo”, junto a Borja Casani, la creación de una serie de libros-discos (que estrenamos con  “Diario de a bordo”), ya que supuso que otra gente que venía de una línea diferente a la de los cantautores editara en este formato. La discográfica Karonte sigue haciendo estas ediciones.
En los últimos tiempos saco mis discos con el sello Sony-BMG, que se portan muy bien conmigo, incluso me adelantan los royalties con los que pago a los músicos y el estudio de grabación. El disco “El viaje del elefante” lo ha pagado el propio grupo de teatro ACERT y están vendiéndolo ellos. Quizás se pueda editar en España, ya que sólo está a la venta en Portugal.

¿Qué te parece la “revolución” que ha supuesto internet para la cultura?
No solo para la cultura, sino para las relaciones personales, para los mensajes, las luchas o los pensamientos. El pálpito del mundo circula por internet. Eso está cambiando nuestra forma de vida y nuestras costumbres. Tenemos una herramienta peligrosa pero también maravillosa.  A través de ese altavoz que llega a todos, cualquiera puede lanzar su pensamiento, su voz y sus ideas.
Internet ha democratizado el mundo de la música. Cuando mi hijo Pedro sacó hace medio año su disco, a los dos meses lo llamó la Warner para negociar un contrato discográfico que él se ha negado a firmar. Porque él viene de una generación donde son ellos solos, a través de esa maravillosa herramienta, los que son capaces de hacerse todo el trabajo que antes hacían una serie de intermediarios (discográficas, managers, representantes...). Son trabajadores de una manera diferente a la que un cantautor como yo entiende la vida del músico, que es el proyecto de un vago consciente que disfruta del tiempo libre, de no hacer nada, de sentarse a contemplar el sol, de leer un libro, de tocar un rato la guitarra. Es tan diferente la vida de mi hijo Pedro y a la vez tan parecida, viviendo al día, en la misma cuerda floja un hombre de 62 años y un muchacho de 20. Hace poco ha estado en Nueva York invitado por la Brigada Lincoln en un acto de las Brigadas Internacionales; con Muerdo se fue a dar conciertos en Colombia y se quedó a vivir por allí un mes o dos.  Es tan distinto hoy día el mundo, que lo que nos hace posible el estar allí, el estar aquí, el no estar pero estar, es esa nueva realidad virtual.



¿Qué hubiese sido del joven Luis Pastor si con 17 años no hubiese descubierto la poesía a través de un disco de Paco Ibáñez?
No fue solo Paco Ibáñez. Él fue la afirmación de que existía otra manera de entender la música que no tenía nada que ver con la fama, la comercialidad o el dinero. Tenía que ver con la cultura, la poesía, con lo profundo; con el alma y el espíritu, con los sentimientos y las emociones.
Luis Suárez Rufo, que había estudiado con los “curas para un mundo obrero”, fue un hombre clave en el barrio, había vivido el 68 en París y llegó con un disco de Paco Ibáñez debajo del brazo. Evidentemente, llamó la atención de alguien como yo que ya cantaba canciones protesta, canciones de la guerra o de testimonio, cosas que eran nuevas en un mundo que se te abría; devoraba toda la obra de los poetas porque nunca los habías tenido de esa manera.
La poesía había estado presente desde mi niñez, en mi pueblo persistía la cultura popular, la que se transmite de persona a persona. Tuvimos la suerte en Berzocana de que el maestro, ex-militar y fascista, era una buen ser humano, y aparte de hacernos cantar el ”Cara al Sol” formados en la puerta de la escuela, nos enseñaba diez minutos de canciones populares. Ninguna se me ha olvidado a pesar de tanto tiempo pasado. Esa memoria permanece toda la vida.

¿Qué canción te rondaba por la cabeza al despertar esta mañana ?
Soy de los que van a la compra por las mañanas tarareando. A veces, en el coche tienes puesto un disco que determina que esa canción es la que vas a silbar delante del carnicero o de la cajera. Hoy he estado cantado “Soy” en catalán. Joan Isaac ha terminado de grabar un disco de cantautores españoles (Aute, Sabina...) traducidas al catalán. De “Soy” ha hecho una  versión preciosa. La he llegado a cantar en catalán en Barcelona, es un gusto cantar en otros idiomas.
A los veinte años, la primera vez que me fui de casa de mis padres, estuve viviendo en Barcelona, donde grabé mi primer disco con la compañía Als 4 vents., Al contrario que  Madrid, que era  por entonces como una capital de provincias, aquello era Europa. Llegaban los barcos, los trasatlánticos, los hippies por las calles, las madrugadas en el Barrio Chino, tocando la guitarra por las Ramblas. Nunca he olvidado los años que pasé viviendo en esa maravillosa ciudad que en aquel tiempo era Barcelona

¿Estás preparando ya un nuevo proyecto?
Mi próximo trabajo discográfico se llama “Estos mares”. Es un proyecto que voy a hacer con Toñín Corujo y otros timplistas de las islas con  poemas y obras de catorce poetas y pintores canarios.

 

SOY

Soy un rayo
nacido del grito,
feliz meteorito,
de alguna explosión.
Soy la unión
de dos cuerpos celestes,
mi madre y mi padre
en el ojo de Dios

Vine al mundo
con la sementera,
el trigo en la era,
el fruto en la flor.
Arrancado del
surco del huerto,
tomate, pimiento,
patata y melón

Soy un viejo
pupitre de escuela,
pizarra, tintero,
cartera y catón


 Yo también
comí queso amarillo,
bebí leche en polvo
y canté el Cara al sol

Soy el cuerpo
sagrado de Cristo,
rosario, novena,
pecado y perdón
Soy un pobre
corral de gallinas,
castaño y encina,
oveja y pastor

Soy lo que fuimos ayer,
soy lo que está por venir,
soy un deseo de ternura,
un canto de cuna,
soy parte de ti


Un marinero sin mar,
un extremeño en Madrid,
un árbol de Berzocana,
la flor de jara
de tu jardín

Soy un leve
murmullo del viento,
caricia del tiempo,
diciéndome adiós
Soy recuerdo
de un largo viaje,
familia emigrante
a una vida mejor

Soy memoria
de un tiempo de barrio,
ciudad de extrarradio
de lata y cartón
Soy un verso
lanzado al futuro,
proyecto seguro,
guitarra y canción.

 

 

Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen