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El desvelo del jazmín. Por Sonia Frías

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Pocas veces un lugar queda sintetizado en algo concreto tanto como Andalucía queda en el jazmín. De hecho, en el afán de traerme Andalucía a casa, finalmente acerté adaptando un jazmín a un clima seco de montaña del interior peninsular. Curioso. En el jazmín, Andalucía quedaba intacta. En la apariencia frágil de sus efímeras flores surgía poderosa la fragancia que te trae las blancas calles de tantos lugares andaluces a la vez, con ese poder que tienen los olores de transportarte, aún más que los acentos de las voces o la música. Y sé de lo que hablo, que soy mujer de radio.
La fragilidad aparente de una flor que sin embargo nace cada noche, con la misma fuerza, hermosura y olor, solo puede hacerlo de una planta recia y resistente, que se aclimata mucho mejor de lo que cualquiera pudiéramos sospechar. Solo hay que atender pequeñas claves que la mantengan viva para que te regale, todos los días, un aroma único. El aroma de Andalucía. Andalucía es jazmín y el jazmín es Andalucía. En esta relación indisoluble nos moveremos, entre la metáfora y la sugerencia.
En el jazmín se huelen los sonidos del agua, delicados y omnipresentes. Se oye el mar, más bravo de los que los mesetarios queremos sospechar. Se ven los campos de olivos que peinan los montes en un paisaje que no deja de impresionar nunca. Te relames el sabor a ajoblanco, a aceite, a pescaíto. Y puedes tocar la luz. En algo tan delicado y concreto cabe la sugerencia de una realidad de manera indescriptible. Lo sensorial cobra una dimensión material. También en el recuerdo de tanta Andalucía.

 

La historia deposita en la tierra un germen invisible de magia, que al pisarlo, emana sin querer, penetrando en resortes desubicados.


De tantas andalucías como ocasiones de vivirla. Tras años visitándolas, son tantos los  prejuicios derribados y las desmitificaciones cumplidas, que los regresos surgen con la paradoja del descubrimiento reconocido. Pocos lugares te garantizan algo así. La historia deposita en la tierra un germen invisible de magia, que al pisarlo, emana sin querer, penetrando en resortes desubicados.
Intento infructuosamente alejarme de lo sensorial en la descripción, pero cada recuerdo o referencia tiene tanta intensidad que es inútil no rendirse al espectro mágico surgido casi siempre de noche. Aún a mediodía. Porque la noche andaluza se bate en duelo con la luz. La estereotipada pereza no está sino aguardando la distracción del imbatible guardián que lo amarra caprichosamente en un tiempo adormecido que ha de desembocar inevitablemente en la fuga triunfal del espíritu más creativo. La noche andaluza que va más allá de un concepto temporal, que regala vida en la aparente oscuridad, que arroja la luz de la que nace el arte, la historia y la libertad. Que es capaz de hacerse indomable pese a todo.
Pese a todo. Solo hay que desvelarse un poco. Como se desvela el jazmín.

Sonia Frías (Programa Entrelares. Radio Círculo. Madrid)


 

Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen