La naturaleza en Andalucía. Por Rafael Morales Baquero
Una de las cosas que sorprende al viajero que llega a Andalucía es lo pronto que cambia el paisaje cuando se desplaza por esta región. Andalucía tiene un medio natural muy diverso que contrasta con otras zonas del Planeta que, con mucha mayor extensión, son homogéneas en sus características ambientales. La heterogeneidad ambiental de Andalucía es el resultado de varias circunstancias que convergen y sobre las que merece la pena reflexionar para valorar la riqueza que ello supone.
Geológicamente, tiene una dilatada historia de centenares de millones de años de antigüedad que ha dejado una accidentada morfología. Comprende tanto las alturas mas elevadas de la Península Ibérica, en Sierra Nevada, como las extensas llanuras aluviales y tierras bajas de la depresión del Guadalquivir y, desde un punto de vista litológico, presenta las tres tipologías presentes en la Península Ibérica: caliza, silícea y arcillosa. Su latitud comprendida, “grosso modo”, entre los 36º N y 38’5 º N determina un clima variable a dos escalas temporales importantes: ecológica (de decenas a miles de años) y geológica (de centenares de miles a millones de años).
A una escala ecológica, la variabilidad del clima en Andalucía, de tipo mediterráneo, se produce por estar en una zona de de transición entre las húmedas tierras mas septentrionales, regadas por las precipitaciones que alimentan las borrascas atlánticas, y las áridas zonas mas meridionales, donde la meteorología está dominada por las altas presiones que restringen la lluvia. Según la predominancia de una u otra influencia se presentan fuertes periodos de sequía, pero siempre con un gradiente de precipitación que decrece hacia el este. Así, podemos encontrar que en Andalucía se dan, paradójicamente, la pluviosidad mas elevada de la Península Ibérica en la sierra de Grazalema y las zonas más áridas de la Península en el desierto de Tabernas.
A una escala geológica, las glaciaciones han sido, probablemente, el cambio global más importante de épocas recientes, provocando las mayores migraciones de flora y fauna y multitud de procesos evolutivos. Durante los máximos glaciales las especies son expulsadas hacia el sur, a zonas como Andalucía, libre de las glaciaciones salvo en las mayores altitudes de Sierra Nevada, mientras en los interglaciares las especies se expanden hacia el norte, de modo que especies de origen tropical llegan a colonizar el área coexistiendo con especies relictas de origen nórdico que permanecen en los ambientes adecuados. En este sentido, la situación geográfica de Andalucía en el sur de Europa y cerca de África es una zona fronteriza clave que se enriquece por la dispersión de las especies hacia, y desde, ambos continentes.
Andalucía posee una riqueza natural como pocas zonas del Planeta, y esto carga a sus habitantes con la responsabilidad de preservar y mejorar esta riqueza para que las generaciones futuras puedan disfrutar del mismo bienestar actual.
Andalucía presenta también un extenso litoral con más de 1000 km de costa que se reparten entre el Atlántico y el Mediterráneo, un océano y un mar que dejan diferente impronta. El primero, con fuertes mareas y vientos periódicos, configura unas costas con dunas, marismas y extensas playas mientras el segundo, con mareas más débiles, moldea playas con distinto grado de erosión y albuferas. Como consecuencia se puede encontrar una amplia variedad de ambientes costeros andaluces.
Los factores que hemos señalado hasta ahora son geofísicos, pero no se puede olvidar la actuación humana. Andalucía tiene indicios de población por homínidos desde hace mas de un millón de años y constancia de la presencia del hombre moderno, con una variedad notable de cultivos, desde hace miles de años. La actividad agrícola tradicional en Andalucía se ha adaptado a la variedad de ambientes descritos, enriqueciendo la diversidad natural con ciertas prácticas como las asociadas al modelo de dehesa o las asociadas a los suelos marginales, pobres. En ambos casos se integran diferentes usos en el espacio y el tiempo que originan mosaicos definidos por setos, sotos y otras estructuras que enriquecen la heterogeneidad ambiental y facilitan el establecimiento de mayor diversidad biológica. Actualmente, la transición hacia un modelo productivo que en vez de potenciar el aprovechamiento óptimo, como hace la agricultura tradicional, fomenta el aprovechamiento máximo, pone en peligro parte de la vida silvestre andaluza.
La rica combinación de ambientes montañosos, llanuras, costas, tierras de interior, humedales, bosques, prados, dehesas, marismas… etc., que hay en Andalucía representa una expresión máxima de la variabilidad mediterránea y la convierte en un destacado punto caliente de la diversidad biológica en el Planeta. Así, el número de especies y subespecies de flora silvestre que se encuentran en Andalucía se aproxima a 4000, que representa un 50% de todas las especies que se encuentran en la Península Ibérica, a pesar de que el territorio andaluz sólo supone el 15% del ibérico; y es un número muy alto comparado con las, aproximadamente, 1500 especies del Reino Unido, las 1400 de Finlandia o 2900 de Austria, por citar territorios con superficie no muy diferente de la andaluza. Además, un número cercano a 500 de las especies de flora andaluza son endémicas, es decir, que sólo se pueden encontrar en Andalucía. Respecto a la fauna, el grado de diversidad se corresponde con el de la flora, aunque no vamos a detallarlo aquí para no cansar más al lector.
Para finalizar, debemos llamar la atención sobre el hecho de que actualmente, y cada vez mas, las sociedades humanas se desarrollan en un entorno urbano que dificulta a sus miembros comprender la dependencia absoluta que tienen de los ambientes naturales. Se percibe a la naturaleza como algo aparte, algunas veces con valores estéticos, otras con valores recreativos…, pero rara vez se aprecia que los llamados “servicios ecosistémicos” que proporcionan los sistemas naturales sanos, como la autodepuración del agua, del aire, el almacenamiento de carbono…, son esenciales para el bienestar de las comunidades humanas. Por eso, los esfuerzos para la conservación de la naturaleza no solo tienen una dimensión moral (porque es algo bueno) sino práctica, y sus beneficios son susceptibles de cuantificarse económicamente. Como hemos visto, Andalucía posee una riqueza natural como pocas zonas del Planeta, y esto carga a sus habitantes con la responsabilidad de preservar y mejorar esta riqueza para que las generaciones futuras puedan disfrutar del mismo bienestar actual.
Rafael Morales Baquero
Departamento de Ecología. Universidad de Granada