Con respecto al analfabetismo, a junio de 2013,
en Andalucía había todavía más de 256.000
personas mayores de 16 años completamente
analfabetas, que representan al 3,6% de los más
de siete millones de andaluces que hay con más
de 16 años (la población andaluza supera los
8,3 millones de personas), según el Instituto de
Estadística y Cartografía de Andalucía.
Sin criticar pero por referir, como diría un
amigo, resulta que en la tertulia radiofónica
citada hablaron, alguno como quien informa
en pleno 2014 del invento de la pólvora, del
milagro de los muchos cientos de kilómetros de
autovía de Andalucía pero nadie, por ejemplo,
se apeó y consideró ni vinculó el detalle de la
venta de coches como uno
de los termómeros de la economía de un país y
que el actual parque automovilístico andaluz es
el más viejo de la Unión Europea, por delante de
Portugal y Grecia, según estudio publicado en
la Jornada Nacional Anual sobre el Vehículo de
Ocasión (febrero 2014).
Serían más los datos, los hechos y los detalles
que certifican que Andalucía casi siempre la
encontramos en los vagones de cola de casi to-
dos los trenes, los no perdidos se entiende. Así,
podríamos empezar por los graves y casi ances-
trales problemas estructurales y las consecuen-
cias de una sociedad siempre en dependencia,
para seguir desgranando los más específicos
como la todavía deficiente investigación, la in-
suficiente distribución comercial, las políticas
agrarias discriminatorias y endosadas desde el
exterior, el bajo nivel de industrialización, la
arraigada y todavía desarticulación territorial y
económica, la no optimización de la formación
personal y profesional del andaluz y la andalu-
za, junto a los permanentes valores negativos de
empleabilidad, analfabetismo, pobreza… pero
esto no es importante para holgados tertulianos
a sueldo cuya fácil verborrea semi-intelectual
y su eventual moralidad les permite argumen-
tar y justificar una realidad no existente, un
cuento que en pleno 2014 ya ni huele a rancio
ni siquiera sabe a chicle masticado, sino que
debería ser, además de imperdonable, delito
penal. Basta ya de mentiras, piadosas o no, y de
verdades ocultas.
Esas voces aduladoras, presentadas como
autorizadas, son en realidad altavoces de cansi-
nos contenidos y argumentos interesados que
sin ser del todo ciertos tampoco son indepen-
dientes ni objetivos, nada profesionales, que se
recogen del discurso matriz de la acomodada
clase política andaluza, la que clavada a fuego
se va eternizando en el poder después de más
de treinta años, contenidos y argumentos que
se desparraman con total ligereza y arbitrarie-
dad desde los medios de comunicación afines,
muy afines, y que llegan directamente a nuestras
madres y padres de postguerra, a ese público de
sofá y fiel al sempiterno Juanymedio, quienes a
su vez retrasmiten en la esquina de la calle, en el
super, en la consulta del ambulatorio, a la salida
del cole, en la cola del paro… y eso va a misa
porque lo han dicho en Canal Sur.
Para una gran parte de los andaluces lo que se
dice y se programa en Canal Sur parece como
si fuera sagrado e incuestionable, aunque en
los últimos tiempos en menor medida, afortu-
nadamente, y no por las actitudes ni criterios
del aparato que lo dirige sino por la existencia
de unas nuevas generaciones, otras expectativas
de la ciudadanía y una mayor diversidad forma-
tiva. Así, la Radio y Televisión Pública Anda-
luza (RTVA) ha sido el instrumento político
mejor mimado por los sucesivos gobiernos de
la Junta de Andalucía, que la han utilizado y
convertido en un medio de comunicación en-
teramente propagandístico, al servicio de un
único partido político, provista de una aparente
horizontalidad jerárquica dado el numeroso y
bochornoso número de cargos directivos, pero
en realidad organizada desde una clarividente
estructura estrictamente política y vertical,
Canal Sur, como instrumento político, ha dirigido
en parte la vida de Andalucía y en consecuencia
de los andaluces y andaluzas, difundiendo y pro-
mocionando determinadas e interesadas señas de
identidad, inventadas unas, profanadas otras, con-
fundiendo a conciencia democracia cultural con
democratización de la cultura.
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