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Los cuerpos de Suhaib Hijazi de dos años y su
hermano mayor Muhammad de cuatro, son lle-
vados por sus tíos a una mezquita para su fu-
neral, en la ciudad de Gaza.
Los niños murieron cuando su casa fue destruí-
da por un ataque aéreo israelí el 19 de noviem-
bre de 2012. En el ataque también murió Fouad
el padre, la madre y cuatro hermanos quedaron
gravemente heridos.
Israel había iniciado una intensa ofensiva con-
tra Gaza gobernada por Hamas el 14 de noviem-
bre de 2012. En los primeros días de la ofensiva,
Israel atacó a objetivos de importancia militar y
estratégica, aunque el radio de ataque más tarde
se amplió para incluir residencias sospecho-
sas de albergar a militantes de Hamas. El 21 de
noviembre, día en que Israel cesó los bobardeos
más de 150 personas habían muerto en Gaza. De
ellos 103 civiles, entre ellos al menos 30 niños.
Paul Hansen es un fotógrafo sueco que traba-
ja para el diario Dagens Nyheter desde el año
2000. Ha recibido numerosos premios: Fotógra-
fo del Año por POYi en 2010 y 2013, Fotógrafo
del Año en Suecia siete veces, y dos primeros
premios de la NPPA.
Entierro en Gaza
20 de noviembre 2012
La ciudad de Gaza,
Territorios Palestinos
Paul Hansen.
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Descubrí unas músicas diferentes, una manera de
cantar diferente, y me alejé de todo lo que tenía que
ver con la copla o el flamenco. Hasta Serrat, que en
el fondo es el más coplero, era al que menos oía; su
tímbrica y su vibrato está muy cercano a la copla, y
él eso no lo perdió nunca, todo lo contrario, le dio
una dimensión diferente, por eso Joan Manuel
Serrat es el más grande. Yo me puse a descubrir
otros cantantes y a aprender a cantar de otro modo
con Daniel Viglietti, Violeta Parra, Joan Baez, todo
lo que estaba sonando en el mundo a nivel de canción
popular y de protesta.
Carlos Cano, compañero de lucha y de canto, es
un tipo que asume sus raíces, indaga en la copla y el
folklore de su tierra y los dignifica, quitándole la
caspa de la que se había impregnado en los años en
que l dictadura se apropió de esas señas de identidad
que eran de todos. Pasaba igual con el fado, el único
disco de fado que había en mi cas era de Carlos do
Carmo, un disco de un poeta portugues que era del
Partido Comunista. A Amália Rodrig es -a la que
hoy adoro-, en la época donde estuve más en contacto
con l s cantantes portugueses de aqu lla generación,
n la oía, ni ellos tampoco. Les pasaba lo mismo
que a nosotros aquí con la copla. Una vez que otras
gen raciones y otras voces asumen es s canciones,
uno ve l auténtico valor de esas músicas.
De algu a manera, sin yo quererlo, ese grifo que
cerré en mi a olescencia gotea y salen cosas, como
“Mi guitarra” del disco-libro “Soy”, que la llevo a los
jaleos extrem ños.
Tu relación con la industria discográfica no
ha sido fácil ¿Cuáles son los motivos por los
que d cides crear “Flor de jara”, tu propio sello
discográfico?
Por la realidad que se vive en el mundo de la
música. Llegó un momento donde las discográficas se
creyeron que todo el monte era orégano, y aquel
que no ven ía más de dosci ntos mil discos empezó
a ser pasto de la trituradora de la maquinaria de la
marginalidad. Cuando r tomo mi carr ra en el 82
grabo con Movieplay y Fonomusic. A partir de ese
momento me doy cuenta de que ya no nos querían. Y
menos a gente problemática como yo que hace dimitir
al director de programación de TVE. A mí me salva
-a nivel discográfico- el hecho de hacer de ciego en
televisión y cantar canciones políticas. Cuando
desde la industria musical olvidaron a los cantautores,
el público hablaba los lunes de lo que había dicho el
ciego en la tele. Me contrata otra multinacional, grabo
al ciego, sigo grabando otro disco, al año siguiente
me tengo que ir a otra compañía porque nunca se
cumplen las expectativas que ellos esperan, ya que
sólo ven a nivel de la industria, que finalmente será lo
que les entierre.
A final de los ochenta grabo “Aguas abril” con
Polygram y me planteo fórmulas nuevas para seguir
grabando. Hasta que llega un momento en que ya
no es preciso grabar en los estudios de las casas de
discos y puedes hacerlo en un estudio de un músico,
o meterme en un pufo de cinco años porque me voy a
grabar a Sao Paulo con Chico César el álbum “Pásalo”.
Realmente lo que he hecho ha sido ser el dueño de
mis discos, cosa que en los años setenta no lo era.
Fue un acierto con “El Europeo”, junto a Borja
Casani, la creación de una serie de libros-discos (que
estrenamos con “Diario de a bordo”), ya que supu-
so que otra gente que venía de una línea diferente
a la de los cantautores editara en este formato. La
discográfica Karonte sigue haciendo estas ediciones.
En los últimos tiempos saco mis discos con el
sello Sony-BMG, que se portan muy bien conmigo,
incluso me adelantan los royalties con los que pago a
los músicos y el estudio de grabación.
El disco “El viaje del elefante” lo ha pagado el
propio grupo de teatro ACERT y están vendiéndolo
ellos. Quizás se pueda editar en España, ya que sólo
está a la venta en Portugal.
¿Qué te parece la “revolución” que ha supuesto
internet para la cultura?
No solo para la cultura, sino para las relaciones
personales, para los mensajes, las luchas o los
pensamientos. El pálpito del mundo circula por
internet. Eso está cambiando nuestra forma de vida
y nuestras costumbres. Tenemos una herramienta
peligrosa pero también maravillosa. A través de ese
altavoz que llega a todos, cualquiera puede lanzar su
pensamiento, su voz y sus ideas.
Internet ha democratizado el mundo de la música.
Cuando mi hijo Pedro sacó hace medio año su dis-
co, a los dos meses lo llamó la Warner para nego-
ciar un contrato discográfico que él se ha negado a
firmar. Porque él viene de una generación donde son
ellos solos, a través de esa maravillosa herramienta,
los que son capaces de hacerse todo el trabajo que
antes hacían una serie de intermediarios (discográfi-
cas, managers, representantes...). Son trabajadores de
una manera diferente a la que un cantautor como yo
entiende la vida del músico, que es el proyecto de un
vago consciente que disfruta del tiempo libre, de no
hacer nada, de sentarse a contemplar el sol, de leer un
libro, de tocar un rato la guitarra. Es tan diferente la
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