MARGA GIL ROËSSET
MARGA
e la luz por primera vez el dia-
rio completo de Marga Gil Roësset,
junto a otros textos y documentos
escritos o reunidos por Juan Ramón
Jiménez
El diario, más los poemas, prosas o apuntes que
Juan Ramón Jiménez y su mujer, Zenobia Camprubí,
dedicaron a la artista catalana, se reúnen en un volu-
men prologado por Carmen Hernández-Pinzón, rep-
resentante de los herederos del poeta, así como una
semblanza de la artista a cargo de su sobrina, la escri-
tora Marga Clark.
«Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada,
no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos po-
cos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te
olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encon-
trado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto
que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz,
en la paz que no supimos darte, Marga bien querida»,
con estas palabras se despedía Juan Ramón Jiménez
de Marga Gil Roësset,
La pasión no correspondida que sentía Marga por
el poeta de Moguer marcó de una manera trágica el
devenir de sus días. Juan Ramón tenía 50 años cu-
ando conoció a Marga. La joven y su hermana admi-
raban la obra de Zenobia Camprubí, y a través de una
amiga común entablaron amistad con el matrimonio.
Así definió Juan Ramón su primer encuentro:
“Aquella tarde Marga era, y era morena pálida, de ver-
doso alabastro, con ojos hermosos grises, y pelo liso
castaño. Sentada tenía una actitud de enerjía, brazos
musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio
duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma
fuera, el cuerpo dentro. Le dije al momento: ‘Amarga.
Persa. Fuerte. Viril’”.
Marga quedó al instante prendada por la
personalidad de Juan Ramón, quien no podía imagi-
nar la pasión que despertó en aquella muchacha y que
la llevó a suicidarse con apenas 24 años de edad.
El 28 de julio de 1932, muy de mañana,
Marga dejó un sobre en el domicilio madrileño
de Zenobia y Juan Ramón en la calle Padilla, re-
gresó a su domicilio de Las Rozas, cogió la pistola
de su abuelo y se pegó un tiro en la sien derecha.
Juan Ramón tardó más de un día en acaparar el
suficiente valor para descubrir el contenido del
sobre. Escrito a lápiz, contenía en 68 páginas
el relato tormentoso de su pasión. Guardó el
manuscrito en una carpeta junto con fotografías y
recortes, “lo de Marga”, escribió en el frontal.
La muerte de Marga supuso un durísimo golpe
para el matrimonio, si bien, Zenobia no supo de
inmediato la circunstancia que llevó a Marga al
suicidio. Fue algún tiempo más tarde cuando Juan
Ramón le relató los motivos al entregarle el dia-
rio: “Este manuscrito me lo dejó la pobre Marga
la mañana del día que se mató. Como yo estaba
esa mañana abstraído en mi trabajo y creí que lo
que me dejaba Marga era algún poema para que
yo se lo repasara, no lo miré ese día. Además,
ella me dijo: ‘No lo leas ahora’. No te lo he dado
porque creo que es mejor no dártelo. Tampoco
puedo romperlo; sentiría como si rompiera a
Marga muerta. Puedes leerlo. Pero no varíes de
sentimiento por Marga, ni pienses mal de ella”.
V
“Y es que... Ya no quiero vivir sin ti ... no...
ya no puedo vivir sin ti... tú, como sí puedes
vivir sin mí... debes vivir sin mí (...) Mi amor
es infinito!... La muerte es... infinita... el mar
es infinito... la soledad infinita...”
Marga Gil Roësset.
96 páginas + 32 láminas
Edita Fundación Lara