Juliette Binoche es
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cambiar su destino. En lo que respecta a los hombres,
nanai: Aunque se nota que Chirbes se ve reflejado en
cada uno de los personajes (estupendo el retrato del
sinvergüenza sibarita de Francisco, quien comparte la
cualidad de escritor y crítico gastronómico con el autor
de En la orilla), el valenciano no tiene piedad y le mete
una caña muy necesaria a los descendientes de Adán que
ahora mismo anden por la península que hoy nos ocupa.
Y es que resulta impresio-
nante la fijación y el com-
promiso que Chirbes tiene
con España (con lucir sus
pecados, con cagarse en
ella). Haced un repaso a su
bibliografía (La caída de
Madrid, Los viejos amigos,
La larga marcha) y veréis
el sentido que tiene que,
después del Crematorio
todo termine En la orilla,
una novela densa como
un muro de obra parali-
zada por cierre de empresa
constructora y en la que,
como para el país, no hay
muestra de avance alguno
(como en una Conver-
sación en La Catedral, todo
transcurre entre presente y
pasado...peronuncafuturo).
En definitiva, una (¡la!)
radiografía de una socie-
dad en crisis (la radiografía
amarga y desperanzada, la
opuesta a la que ha escrito
Kiko Amat con Eres el me-
jor, Cienfuegos) que me ha
hecho fijarme, yo que tengo
la desgracia de vivir en una
gran ciudad, en el estado de
las cosas actual (en el inmi-
grante que recoge hierros
y maderas del contenedor,
en el mendigo de la puerta
del supermercado, en las
ojeras, en la peste a sudor,
en la desgana que hay por
los barrios) yendo a com-
prar el pan esta mañana.
Aprendamos algo de este
dantiano manual de peca-
dos puesto al día (se ve que
los alemanes lo vienen haciendo a través de
Chirbes desde hace ya bastantes años —aquí
un paper sobre el tema— lo cual puede expli-
car medio conflicto europeo actual... o más).
Un artículo de
Miguel Alcázar.
@mikealcazardice