depende fundamentalmente del comportamiento
de aquellos que disponen del capital suficiente
para ponerlo en funcionamiento (los capitalistas).
Por eso, el atraso económico de Andalucía no
se puede abordar sin tener en cuenta cuál ha sido
el uso que le han dado al capital sus propietari-
os andaluces (aunque también su interfer-
encia con otros capitalistas españoles). Si pudiése-
mos volver atrás en el tiempo y fijarnos en los
aspectos más sobresalientes podríamos descubrir
a una oligarquía terrateniente que no sólo poseía
enormes extensiones de tierra sino que pagaba
pocos salarios y además lo hacía con vistas a vi-
vir de la renta sin ningún interés en invertirla de
forma productiva, podríamos también sorprender
a la oligarquía comercial sevillana, malagueña y
gaditana enfrascada en actividades orientadas a
la colonia cuyos beneficios apenas tenían reper-
cusión sobre el territorio andaluz, pod-
ríamos ver cómo los capitalistas catalanes se ga-
naban el favor de los gobernantes en perjuicio del
trato hacia la región andaluza, o nos quedaríamos
estupefactos al contemplar los incontables edificios
residenciales y hoteleros en los que buena parte de
la clase capitalista andaluza había destinado su
capital, con todas las consecuencias nefastas que
hoy día conocemos.
La economía de cualquier región o país se
puede asemejar a una embarcación empujada por
remos. Los remeros que posibilitan el movimiento
del barco son los trabajadores que con su fuerza de
trabajo crean la renta y la riqueza. El capitán que
decide qué se hace con ese esfuerzo creado por los
remeros y por lo tanto hacia dónde se dirige la nave
es el conjunto de los capitalistas (especialmente
los más poderosos) que –conjuntamente con los
gobernantes– deciden dónde se va a invertir la
renta que generan los trabajadores. Siguiendo con
esta metáfora, si el barco se queda atrapado en un
coral (si Andalucía queda atrasada en términos de
desarrollo económico) no es culpa de los remeros
(de los trabajadores andaluces, por muy vagos u
ociosos que sean) sino que la culpa es del capitán
que dio la orden para ir hacia el coral y no hacia
otra dirección (de los capitalistas andaluces –en
connivencia con los gobernantes– que invirtieron
mal o que no invirtieron donde debían invertir).
Llama la atención que cuando se trata de
decidir cosas que pueden favorecernos a todos
(como dónde y cuánto invertir en una economía),
entonces no hay democracia o la hay pero muy
limitada. Cuando se trata de culpabilizar a alguien
por los desastres económicos, entonces aparece la
democracia más representativa posible. Por todo
ello, si queremos que Andalucía no sea más pobre
que la media española lo que tenemos que hacer
los remeros es arrebatarle el timón al capitán y a
sus compinches, para así poder marcar un rumbo
que por un lado busque el crecimiento económico
y por otro el reparto de la renta y la mejora de las
condiciones de vida de toda la población y no sólo
la de los que llevan la voz cantante.
Eduardo Garzón Espinosa
Licenciado en Economía y Licenciado en
Administración y Dirección de Empresas.
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