FELIPE BENÍTEZ REYES
Por Nicolás Jiménez Baena
Felipe Benítez Reyes nació en Rota (Cádiz) en 1960.
Escritor brillante y versátil, ha cultivado la poesía, la novela,
el relato y el ensayo. Sus libros se han traducido a varios
idiomas y ha sido galardonado con numerosos e impor-
tantes premios, tales como el Premio Nacional de Poesía,
el Premio de la Crítica, el Ateneo de Sevilla y el Premio
Nadal de novela. Autor de una amplia obra, este escritor
andaluz está considerado una de las voces más destacadas
del panorama literario actual.
A día de hoy, ¿qué queda de aquel 28 de Febrero de
1980, y qué se ha quedado en el camino?
Quedan muchas cosas, por supuesto. Algunas
mejoradas y otras echadas a perder. Salíamos de una
dictadura lúgubre y era un tiempo propicio para vislum-
brar un futuro y para construir castillos en el aire. Muchos
de esos castillos, como era previsible, se derrumbaron. Casi
todos los castillos acaban más o menos como el de Kafka.
Qué falta en el sentir andaluz actual: ¿prosa…poesía…
teatro?
Me da la impresión de que todos los géneros están bien
atendidos, y hay autores excelentes en todos ellos. Lo que
tal vez falta en Andalucía es un tejido empresarial sólido
y eficiente en torno a la literatura. Si se fija, los autores
andaluces más renombrados publican fuera de Andalucía.
¿
Sigue siendo válida esa vieja expresión de “malos
tiempos para la lírica”?
La poesía tiene una capacidad asombrosa para la super-
vivencia en cualquier momento histórico y bajo la presión
de las circunstancias más adversas. Puede ser, además,
tremendamente subversiva si se lo propone. Cuatro versos
pueden amargarle el día a un emperador.
¿Qué personaje contemporáneo sería el gran candi-
dato para ganar la “Capa de Invisibilidad” de Harry
Potter?
No sé, quizá la mayoría de los políticos, por esa habilidad
que tienen para escurrir el bulto, sin necesidad siquiera de
una capa mágica. Ningún político se siente culpable de sus
culpas ni está dispuesto a cometer el error de reconocer
sus errores, y eso es un malabarismo psicológico realmente
admirable, hasta el punto de que los políticos inactivos, en
vez de irse como asesores a una empresa privada, podrían
montar un circo. El Gran Circo del Yo No He Sido. Casi
todos fingen ser redentores del destino común y profetas
del futuro. Y, bueno, no les va del todo mal.
Ironía…humor…rebeldía…magia…¿cuál de estas
características podría definir al personaje central de una
próxima novela tuya?
Una novela futura no es nada, ni siquiera para uno
mismo. Hasta que no le pones el punto final, una novela es
un mero embrión, un artefacto indefinido y sin capacidad
de funcionamiento. Estoy escribiendo una. Sabré de qué
trata cuando la termine.
¿Qué tipo de lecturas influyeron más en tu decisión de
ser escritor?
Fundamentalmente, una antología de literatura
universal, publicada por la editorial Santillana, que uti-
lizábamos como libro de apoyo en la asignatura de lengua y
literatura, en la EGB. Ahí estaba la pista de casi todo. Yo era
casi un niño, pero intuí, desde mi pequeñez, toda aquella
grandeza.
¿
Qué te hace cambiar de chip para decidirte a escribir
prosa o poesía?
El instinto estilístico, supongo. Hay materiales que
intuyes que sirven para construir un poema y materiales
que intuyes que tal vez sirven para una narración. Es una
cuestión de tratamiento de esos materiales. Una actuación
metodológica concreta sobre ellos.
¿Haces muchas correcciones antes de dar por bueno
un poema?
Sí. Un poema es un proceso, como toda la escritura,
al fin y al cabo. Generalmente, hay que desbrozar. De to-
das formas, uno, con los años, va aprendiendo trucos. Ya
sólo me pongo a escribir un poema cuando lo tengo muy
claro, muy madurado en mente. Eso alivia el trámite de
las correcciones, que no siempre corrigen para bien. La
corrección no es ni mucho menos infalible. Aun así, corrijo
mucho. Como decía Augusto Monterroso, “yo no escribo,
yo sólo corrijo”.
Si te permitiesen guardar un solo libro tuyo en un
bunker con el fin de preservarlo para futuras genera-
ciones, ¿cuál escogerías?
Preferiría dejar el sitio a un libro más práctico. Un
manual para la siembra de cereales o algo así. Si nues-
tra civilización volviese por cualquier razón a un punto
cero, las generaciones futuras tendrían la suerte de poder
reinventar toda la historia de la literatura. Un Cervantes
que se llamaría de otra manera. Un nuevo Shakespeare que
no hubiese oído hablar jamás de Shakespeare. Un Stendhal
que llega por primera vez a una Roma que no es Roma.
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ENTREVISTA