usuarios dispuestos para el fusilamiento, que volva-
mos al objetivo inicial de las palabras: otorgar singu-
laridad a lo que habita, nombrando cada cosa por la
particularidad de sus atributos y funciones, dignifi-
cando así lo existente y, con ello, la memoria de aquel-
los que dejaron su vida para conservar lo que hoy,
lamentablemente, nos resulta usual y cotidiano. En
este ámbito, el compromiso del poeta incluye una lu-
cha por la preservación del lenguaje y su sentido más
profundo, ese que existe detrás de la sombra invisible
de cada palabra, más allá de su semántica, atravesando
así lo pragmático, y casi vulgar, que con el mal uso le
hemos ido otorgando; vale decir, abrir los significados
de las palabras para promover un verdadero encuen-
tro con el logos y, desde ahí, un reconocimiento a la
propia esencia de cada ser; fomentando de esta mane-
ra un diálogo entre dos sectores invisibles y esenciales
que, a la larga, se traducen en comportamientos y ac-
ciones, en vida latiente y dialogante entre los pueblos,
en vida verdaderamente humana. Es importante que
los creadores rescaten a la tradición, que vuelvan a
ella y que desde ahí la revaloricen por medio de con-
tribuir con elementos más actuales a esas formas, que
la recreen. En una sociedad donde el lenguaje está
siendo constantemente castigado, el rescate de la
tradición, de las formas antiguas, de las figuras liter-
arias más que la simple exposición de relatos escritos
en forma de verso, nos permiten dialogar con las más
profundas emociones, con aquello que se pronuncia
como indecible en el corazón y que sólo a través de
las expresiones artísticas podemos conocer y expresar.
“Canciones para animales ciegos” recorre lugares
interiores que cada persona hace suyos en el tras-
curso de la lectura y conecta las emociones diversas
formas de compasión y empatía ¿representan tus
animales ciegos a un hombre más humano?
Canciones para animales ciegos habla de esa com-
pasión que en su esencia nos permite comprender las
emociones más hondas del otro; pero que, además,
nos lleva a querer aliviar el dolor. Va más allá de pon-
erse en el lugar del otro, es tener una acción sobre el
dolor del otro. Creo que esta es la verdadera crisis
contemporánea: una crisis humana que nos desvía de
lo esencial para imponernos prioridades que apuntan
a lo material, a lo efímero.
Y para finalizar esta entrevista, háblanos de esos
poetas que deberíamos leer con devoción y que han
alentado el crecimiento de tu poesía.
En mi caso, Gabriela Mistral resulta fundamental
por su fuerte conexión con los desposeídos y por su
papel como referente ético y poético en un contexto
decadente, en un mundo herido globalmente por los
intereses ególatras de ciertos sectores. De la misma
manera, otros poetas de mi país, autores como Jorge
Teillier, quien a partir de una poesía lárica nos invita
al retorno, a abandonar la idea de megápolis donde
el desarraigo y la despersonalización es lo frecuente.
De la misma manera, la riqueza lingüística de Vicente
Huidobro y de los jóvenes poetas que el frecuentaban,
como Gonzalo Rojas o los surrealistas del grupo Man-
drágora. Por otra parte, en este otro hemisferio, los
clásicos españoles me parecen imprescindibles para
aprender a respirar y a comprender lo más hondo
de la poesía: San Juan de la Cruz, Jorge Manrique,
Góngora, Juan Ramón y los hermanos Machado,
los poetas del 27 y Miguel Hernández, José Ángel
Valente, Antonio Gamoneda, entre otros, me parecen
poetas de cabecera.
“Canciones para animales ciegos”
Hacia el degüelle van los animales ciegos,
sus corazones gimen, sus voluntades sangran
y en sus pupilas yacen la luz y la certeza.
El peso de la noche se extiende por sus lomos,
y la humedad carcome con hambre e injusticia.
Cruzan entre cadáveres de anónimos hermanos,
lloran en mansedumbre la desaparición,
arrastran la cadena que sostiene el insomnio.
Huelen traición y mierda, oyen los alaridos,
oyen cuchillas, fierros, desagües del horror,
envolturas de plástico, urgencias y balanzas
que asoman a la mano que amarga la sentencia.
Hacia el degüelle van los animales ciegos,
mi corazón les llora, mi corazón es prójimo:
hierba de su dolor, su voz, su semejanza.
Benjamín León
En una sociedad donde el lenguaje está siendo constante-
mente castigado, el rescate de la tradición, de las formas an-
tiguas, de las figuras literarias más que la simple exposición de
relatos escritos en forma de verso, nos permiten dialogar con
las más profundas emociones, con aquello que
se pronuncia
como indecible en el corazón y que sólo a través de las expre-
siones artísticas podemos conocer y expresar.