el nuevo molino. El hecho era relatado así en 1533 por
quienes fueron testigos:
“...quyso hazer un molyno en las dichas tierras y el
Gran Capitán y la Duqesa, su muger, se lo estorbaron
y vedaron que no lo hiziese; y el dicho Martyn del
Aguila, por mandado de los dichos Gran Capitán e
Duqesa, e a su rrespeto, lo dexó de hazer y se apartó
e rrenunció todo el derecho que tenya para lo hazer”.
“...un dya, estando el dicho Martyn del Aguyla en
esta villa de Yllora, le habló el Gran Capitán, delante
este testigo e de otras personas, que no hiziese el dicho
molyno porque le benya daño a los suyos.”
“...e después que lo supo el Gran Capitán, que Dyos
aya, no consyntyó que hiziese el dicho molyno. E que
él obo por bueno de dexallo de hazer...”.
“...como avya dicho Martyn del Aguila que hera
criado del Gran Capitán e sabya que ovya de aver
enojo sobre ello, que no lo quería hazer el molyno
que tenía comenzado porque venya perjuycio a los
molynos del Gran Capitán.”
“...e concertádose con Bartolome Sanches, cantero,
para que hiziese el dicho molyno. E después, dende
a ciertos días, un Diego Ortiz, mayordomo que hera
del Gran Capitán, fue a dicho molino que estava
haziendo e dixo que aquello no se podía hazer, que
avía mandamyento para que no se hiziese.”
El arrendamiento de los molinos que se hizo en el
año 1524, en vida de la Duquesa, corrió a cargo de
su mayordomo Juan Fernández, vecino de Íllora, y de
Juan Franco, contador de la Duquesa, siendo el mo-
linero Juan Serrano, que falleció al poco, continuando
el arrendamiento Antón Rodríguez Pescador. Una
sustitución urgente que dio lugar a varios ajustes de
cuentas entre el nuevo molinero, su fiador, el conta-
dor de la Duquesa, y Mayor García, la viuda de Juan
Serrano, molinero fallecido.
En el año 1527 se encontraba en dichos molinos,
Francisco Lopes, molinero, con su mujer, Francisca
Lopes.
Fallecida doña María Manrique, esposa del Gran
Capitán, en el año 1527, el arrendamiento de los
molinos lo realiza en el año 1531, Antón Monte, en
nombre del que probablemente fuera hermano de
doña Maria, “don Yñigo Manrique, alcaide e capitán
de Málaga”, como “tutor e curador de la persona e
bienes del ylustre e muy magnyfico señor don Gonza-
lo Fernandes de Cordova, Duque de Sesa e Terranova,
Conde de Cabra, señor de la casa de Vaena”, nieto del
Gran Capitán y de doña María.
Por la documentación generada en el arrendami-
ento del año 1531 conocemos el mal estado de con-
servación en que se encontraban los edificios de los
molinos. En dicho año requería el molinero Lázaro
Lopes, al apoderado Antón Monte, “que adobe el
molino Alto que se quiere caer e fundyr la casa; y quel
Baxo le ponga unas puertas. Con protestaçión que sy
se cayere e por esto no moliere el dicho molino, que
protestava e protestó de cobrar dél e de sus bienes
çient fanegas de trigo que se pueden ganar estando los
molinos e casas dellos bien hechas e reparadas.”
En el año 1524 los dos molinos del Duque reporta-
ban de renta 163 fanegas de trigo cada año. Y en el año
1531 se arrendaron por 180 fanegas de trigo en cada
año. Un nuevo arrendamiento se hizo en año 1541,
por una renta de 141 fanegas de trigo.
Algún problema debió tener Pedro de Zamora, mo-
linero que tuvo a renta los molinos, porque a prim-
eros de noviembre de 1541, o sea, ya terminada la
recolección del trigo y otros cereales, Pedro de Zamo-
ra estaba preso en la cárcel de Granada por una deuda
de 30 fanegas de trigo que debía al señor Duque de
Sessa. Pero lo más sorprendente es que 31 vecinos de
Íllora se comprometieron ante escribano a pagar una
fanega de trigo cada uno para que Pedro de Zamora
“salga de las prisiones en que está... por le hacer buena
obra e limosna.”
En la adopción de este gesto insólito por 31 vecinos,
podría haber influido la relevancia social del Duque
de Sessa y el deseo de complacerle; o bien la necesi-
dad para los productores de la comarca de contar con
la actividad de los molineros para que sus propios
intereses no se vieran afectados. Pero también habría
que considerar que los molineros, aunque su con-
tratación era privada, estaban considerados oficios
públicos, como se decía en el año 1611, cuando “la
Justicia desta villa tiene mandado que todos los moly-
neros y los demás oficyos públicos desta villa, den fi-
anças cada uno dellos...” Entre los benefactores o con-
certados en favor de Pedro de Zamora encontramos
al alcaide de Iznájar, al señor vicario de la Iglesia de
Íllora, al hijo del morisco más relevante de la comarca,
al alcalde de villa, y a otros hacendados locales.
Después de la propiedad de la tierra, los molinos
fueron un signo de distinción y una fuente de
beneficios complementaria para los terratenientes.
Con ellos molían su propia cosecha evitando pagar a
otras personas por la molienda, y además, percibían la
cuota correspondiente por moler el grano de todos los
labradores y pequeños propietarios.
Antonio Verdejo Martín
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