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E
ÚRCuLO
DIEZ AÑOS SIN
duardo Úrculo murió en Marzo de
2003, dejó con su muerte un gran
vacío en la pintura española e infini-
dad de proyectos inacabados.
“Tengo una obsesión vieja de siglos: la búsqueda
de la belleza. Dalí que ha dicho hace poco: “No te
preocupes, la belleza no la encontrarás jamás”. Pero yo
continúo. Hay algo que me importa esencialmente, no
quiero vivir la vida leída, quiero vivir la vida, la vida a
secas, sin adjetivos”, aseguraba Úrculo
Pintor vitalista, viajero incansable, cinéfilo clásico,
sus cuadros recuerdan fotogramas de las películas
que amaba: el cine negro, el Hollywood de la época
dorada, sombreros y gabardinas de Cagney de Bogart,
Mitchum o Raft.
Melancolía y tristeza en la pintura de Úrculo: “Pinto
cosas que he perdido, que no tuve nunca”.
Pintor vitalista, viajero incansable, cinéfilo clásico,
sus cuadros recuerdan fotogramas de las películas que
amaba: el cine negro, el Hollywood de la época do-
rada, sombreros y gabardinas de Cagney de Bogart,
Mitchum o Raft.
El viaje era para el pintor como llevar la memoria
a cuestas con todas sus esencias y perfumes, cir-
cunstancias y sustancias.
El escritor Manuel de Lope definió certeramente
su pintura: “Consiste en extraer el coeficiente del
tedio, la nostalgia y el crepúsculo para arrojarlo so-
bre el lienzo con un gesto emocionado y libre, don-
de pervive el sentimiento de haberse hallado cada
vez frente a una encrucijada”.
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