Página 74 - Revista la Laguna 4

Versión de HTML Básico

EN LA ORILLA
RAFAEL CHIRBES
Rafael Chirbes no le hace falta
vivir en una gran ciudad para cap-
tar la (puta, que diría uno de sus
narradores) realidad de nues-
tro tiempo. Fiel a la rancia vieja
tradición de poner el nombre de la población
donde has terminado de escribir el libro en la
última hoja (ahí, justo seguido de las palabras
de un personaje, creando siempre una con-
fusión que te cagas en el lector por esa rápida
transición desde la ficción de lo narrado a un
hecho verdadero de la vida del narrador),
Chirbes ya nos demostró en Crematorio (Pre-
mio de la Crítica de 2007) que podía finiquitar
una obra con un Beniarbeig, a tal mes de tal año
y aún así dejar a todos los críticos literarios bar-
celoneses y madrileños flipando con el pedazo
de (jodida, que diría otro de sus narradores, que
tiene muchos pero todos igual de malhablados)
verdad que le había arrancado a los tiempos (en
ese caso los de la corrupción y el ladrillo) que
estaban viviendo los españolitos del momento.
Pues bien, pocas alegrías se pueden compa-
rar (bueno, muchas, pero todas de otro corte
más banal y relacionado con la cama) a la que
recibió Mike cuando se enteró del nuevo libro
del escritor alicantino, el que ha acabado por
titularse En la orilla y que constituye desde ya
la mejor obra de no ficción sobre la crisis que
andamos atravesando. ¿Quién iba a estar me-
jor capacitado para contárnoslo? ¿Quién mejor
informado que Chirbes, quien ya escribiera en
2007 una obra maestra (por demoledora) contra
la cultura de la especulación y el ladrillo? Con
un De aquellos barros, estos lodos en mente y
con la merecida creencia de que la narración de
la crisis le estaba reservada a su bolígrafo (es-
toy seguro de que el hombre escribe a mano),
el bueno de Rafael se ha adelantado a todos de
nuevo en intenciones y ambición y nos ha re-
galado una pedazo de novela cuya lectura puede
haceros mucho daño si habéis tenido la desgra-
cia suerte de haber nacido en este país que se
encuentra entre Francia, Portugal y Gibraltar.
¿Que por qué os hará daño? Por dos razones
principales, amigos míos:
1. Porque Chirbes nos describe a la perfec-
ción, siendo en gran parte la novela una de-
scripción hiriente e hiperrealista de a lo que
el españolito de mediana edad de a pie dedica
su tiempo libre. ¿Que qué verbos usa en esta
tarea para el colegio? ¿Trabajar, hacer deporte,
hacer yoga, leer? No, señores, aquí no se es
tan mentiroso ingenuo como en Génova 13.
Guarrear en internet, guarrear en los prostíbu-
los, despedir, ser despedidos, pelearse por ir-
risorias herencias familiares, inflarse a cubatas
(inflarse a drogas ya lo hicieron en su juventud,
porque los adultos de En la orilla son los que
de jóvenes escuchaban a Lou Reed y a David
Bowie, aunque ahora sobrevivan a base de vina-
cho y dominó), especular, lucrarse a base de es-
fuerzo ajeno, desear el mal al prójimo, cotillear,
ver la tele, morirse, matar, malvivir, explotar,
ser explotados, hacer (ricos a los ricos y po-
bres a los pobres) serían verbos más adecuados.
O lo que es lo mismo: Chirbes coge
el dardo en la palabra (del que hablaba
Lázaro Carreter). Apunta a la rojigual-
da. Hace diana. Los lectores aplauden.
2. Porque no deja títere (de marioneta, ¡que
controlan vuestras vidas!) con cabeza. De la
purga chirberiana no se libra ni Dios, saliendo
escaldados a su paso con el arte del valenciano
el currela, el parado, el pequeño propietario, el
político, el especulador que se ha montado en
el dólar a base de negocios turbios, el inmi-
grante (el moro, el ucraniano, el latino... aquí
no hay racismo porque somos todos igual de
desgraciados), el literato, el viejo, el joven y la
madre que los parió a todos. Si acaso (y no es-
toy tan seguro, ya que el personaje femenino
principal, Liliana, se nos derrumba en parte ha-
cia el final de la novela) se salvan las mujeres,
que parecen más víctimas de la subnormalidad
masculina que de su propia incapacidad para
A
74