Página 40 - Revista la Laguna 4

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… se elevarán globos y fantoches, habrá grandes ve-
ladas, bailes y conciertos populares, actuarán varias
compañías de circo, de teatro y de cante jondo, se lan-
zará un magnífico castillo de fuegos artificiales y se
dispararán tracas valencianas y bombas japonesas,
se disfrutará de hermosas iluminaciones, se obse-
quiará con pastas y licores a los jóvenes que asistan
y con una espléndida merienda a los más pequeños,
se proyectarán bonitas cintas cómicas… y para los
feriantes y ganaderos habrá cómodos albergues para
el ganado, magníficos abrevaderos y grandes facili-
dades…
La Villa de Íllora, prácticamente la mitad de lo que
es hoy, terminaba al sureste ante los parajes entonces
conocidos, por una parte, como El Ruedo (El Rueo)
y, por otra, como La Laguna. Desde la década de los
setenta hasta nuestros días esas zonas y su entorno,
antes de sudor y cultivo, constituyen hoy el principal
espacio de expansión urbana de nuestro pueblo, de
carácter residencial, comercial, industrial y educativo,
en barrios de trazado moderno, que se prolonga desde
la misma entrada a Íllora, a la altura del antiguo pues-
to de Cruz Roja, hasta el polideportivo municipal.
Por tirar por algún sito, tiremos por detrás del
Castillo… Atravesar el callejón de “detrás del Cas-
tillo” era entonces estar en las afueras de Íllora y en
pleno campo si se miraba a un lado. En uno de los
márgenes de ese callejón se elevaba, esto no ha cam-
biado, el gran peñasco que identifica a este pueblo
y sobre el cual se sitúa uno de sus elementos patri-
moniales más emblemáticos. Una vez atravesado de
punta a punta el referido callejón se podía observar
a un lado, discretamente distante, la desaparecida
Fábrica de Aceites de Juan Agea, actual Cafete-
ría El Molino y viviendas y comercios anexos,
y a la vista de la almazara emergía el entorno
amurallado del Castillo árabe y también el extrarra-
dio oriental del pueblo, lo que hoy dibuja una parte de
su no valorado casco viejo: Calles Pileta, Santa Ana,
Macías, Gran Capitán, Convento, etc.
En su extremo más al norte se ultimaba la con-
figuración urbana, por llamarla de alguna manera,
del popular barrio de Las Chozas, de estrafalaria dis-
posición y de casi eterna despreocupación institu-
cional, aunque oteado desde siempre por el siempre
imaginado y siempre desamparado Cerro de la
Horca.
En su extremo sur un extenso descampado, de
olivos lleno en su última época, rematado por el en-
tonces alejado Cementerio Municipal y la referencial
Era de Fermín, osado oasis de furtivos enamorados y,
también, perfecta cancha de futbol, especialmente en
primavera.
Esa franja de las afueras de Íllora en su lado
suroriental constituía frontera con El Rueo. Todavía
nuestros mayores se refieren a esa zona, hoy muy po-
blada e importante centro urbano y comercial, como
”el ferial”. El Rueo o el ferial era, y es, ese lugar en el
que cada 8 de octubre y hasta cada 12 de octubre se
instalaba y se instala, ininterrumpidamente, el mer-
cado o feria de ganado más popular de la comarca:
ganado porcino, mular, asnal, caballar, ovino, caprino,
vacuno, etc., aunque hoy reducido a la genérica de-
nominación de equinos, de cuatro patas se entiende.
El motivo de tan fácil broma es por quienes en los
últimos tiempos, humanamente, casi a cuatro patas
ven amanecer tras una larga noche de sonidos estri-
dentes y ácidos consumos.
Pues bien, siguiendo con elementos de la oro-
grafía, en los descampados y alrededores descritos
y que hoy conocemos como La Avenida es donde
se instalaba la Feria en sus orígenes, para trasla-
darse, décadas después, a otro descampado donde
hoy, desde los primeros años de los sesenta, se sitúan
los centros de enseñanza. A partir de esa década y
a medida que se ha ido construyendo, urbanizan-
do y cubriendo todo de cemento y ladrillos, el es-
pacio que ocupa la Feria ha ido desplazándose en
dirección a las proximidades del pago conocido como
La Laguna, a unos escasos 600 metros de distancia de
su ocupación original a finales del siglo XIX.
Es de suma importancia destacar que la celebración
de la Feria de Íllora haya sido capaz de mantenerse,
ininterrumpidamente, durante más de un siglo con el
formato fijo de “Feria de Ganado” cuya configuración
y estructura ha sido desde entonces algo más que una
mera referencia comercial de transacciones de gana-