Página 9 - Revista la Laguna - 3-Andalucia

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Pozo
desembocó en una autonomía por la vía rápida de manera
semejante a las comunidades históricas. La izquierda
recibió mayoritariamente y desde el principio nuestro
apoyo, porque ese clamor parecía pertenecerle.
Fue un espejismo; entre la emigración y los estudios,
abandonamos los sueños. Nos alejamos del campo y de
nuestramemoria como pueblo sometido y como andaluces.
A estas alturas, no me siento capaz de sugerir el menor
reproche al inmovilismo, la falta de iniciativa colectiva,
el conformismo y la consiguiente retirada a los cuarteles
de invierno del individualismo; no me siento capaz de
lamentarme siquiera de toda la pobreza participativa y
cultural que pueda arrastrarse aún en muchos lugares de
Andalucía o del resto del país; esto dicho sin olvidar a toda
esa gente que de una u otra forma sigue trabajando en la
expresión de lo colectivo, a pesar de los pocos recursos y
oportunidades que deja una política cultural orientada al
escaparate.
El caso es que fuimos manejados desde el principio.
Quizás eso lo sabemos, pero no sobra recordar algún
ejemplo significativo, y además ya he advertido al
principio que escribo tirando del corazón. El mismo
Partido comunista, al que estuve afiliado, colaboró junto
con los socialistas en desactivar la histórica reclamación
del campo andaluz por la reforma agraria. La incluyeron
tímidamente en los primeros momentos a modo de cebo
para lograr el apoyo mayoritario al Estatuto, siendo muy
conscientes de lo que hacían. Había que desactivar la
utopía. Hacernos razonables y sensatos. Y esto me trae
al recuerdo el verso de aquella canción de entonces “…es
un hombre prudente, bien domado.” Así, como hombres
prudentes, fuimos cambiando una sumisión por otra, cada
cual la suya, que para todos hay. Pero lo más importante
es toda esa servidumbre que aún impregna hoy el mundo
rural andaluz. ¿Qué necesidad tiene nadie de depender del
patrón o del pequeño político de turno, o de hacer pequeñas
trampas para conseguir lo que sin duda le pertenece, un
sueldo mínimo?
Nos alejamos del trabajo duro y sin futuro del campo,
vaya que si nos alejamos. Y nos alejamos de la memoria,
de los sueños, de los nuestros, pero sobre todo de los que
como pueblo habíamos heredado. Eso sí, vamos a conservar
siempre con orgullo el bagaje de nuestros estudios, y lo
podemos hacer además como homenaje a nuestros padres.
Pero me temo que de la manera en que nos fuimos alejando
de todo esto, estábamos dejando atrás el principal recurso
de Andalucía.
Madrid y Europa empezaron a dictar estrategias según sus
propios intereses, los de allí arriba, y los partidos andaluces
a gestionarlas como políticos prudentes, bien domados.
Querían llegar a la autonomía como las nacionalidades
históricas, pero durante treinta y tantos años les faltó la
fuerza y el sentimiento de pueblo de vascos y catalanes
para exigir recursos y políticas efectivas con altitud de
miras: más allá de los necesarios apoyos coyunturales y
subsidiados, podían haber intentado, durante treinta y
tantos años, hacer de la agricultura y la agroindustria la
base de un desarrollo estructural estable; eso u otra cosa,
algo que dignificara el trabajo en Andalucía en torno a su
propia riqueza. Podían al menos haberlo peleado, pero ni
siquiera lo intentaron, habían abandonado y conseguido
desmontar desde el principio la temible utopía. Luego
estuvieron demasiado ocupados gestionando políticas
razonables; gestionando una política y una cultura de
figurantes, que no fomenta la participación y los espacios
de encuentro; y por supuesto gestionando votos.
Ahora definitivamente está todo ese tiempo perdido.
El grifo del dinero se ha cerrado bruscamente. Lo único
que nos queda es memoria. No me refiero a la antigua
memoria de nuestros padres, que por qué no; aquella
memoria que hemos escondido en no se sabe qué fibras
silenciadas de nuestro interior, fascinados por nuestra
suerte de hombres prudentes, bien educados, bien leídos,
con un toque progre, interesante y estético de desencanto.
No me refiero a la memoria de las utopías truncadas y
del posterior dolor de una guerra mal cerrada por una
transición coja. Sólo estoy pensando en la
memoria más
reciente, la de estos últimos treinta años; treinta y
tantos años que contienen el mejor grosor de toda
una vida; un recorrido que justo ahora comienzan
nuestros hijos; sabemos de qué manera; con nosotros
¿dónde? Fueron demasiados años en los que fuimos
muy prudentes por miedo a perder no se sabe qué.
Dejándolo todo en manos de políticos prudentes,
terminamos perdiéndolo casi todo. Quiero pensar
que la memoria no, la memoria más reciente no, por
favor. No sé qué podamos hacer. Pero seguro que
podemos hacer algo. El compromiso con lo colectivo,
con lo que de pueblo siempre vamos a ser, nace en el
corazón, que conoce lo que recibimos entonces, que
espera la ocasión de darse a los que vienen detrás.
Enrique Pérez Arco
Poeta
Pero lo más importante es toda esa servidumbre que aún
impregna hoy el mundo rural andaluz. ¿Qué necesidad
tiene nadie de depender del patrón o del pequeño político
de turno, o de hacer pequeñas trampas para conseguir lo
que sin duda le pertenece, un sueldo mínimo?
Fueron demasiados años en los que fuimos muy prudentes
por miedo a perder no se sabe qué. Dejándolo todo en
manos de políticos prudentes, terminamos perdiéndolo
casi todo.
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