Página 7 - Revista la Laguna - 3-Andalucia

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arte, como en la vida no existe
tabla en blanco, somos enanos
subidos en hombros de gigantes.
Sin memoria es imposible crear,
y demasiado pretencioso sería
tratar de ser original sin tener
en cuenta que somos parte de un
todo, y que recoger esos vestigios
es lo que nos hace ricos”.
LA MATERIA LIGERA
Es difícil condensar en
poco espacio la cantidad de
sugerencias que despierta la
obra de Pepe Yáñez. Esto no es
una excusa, es la advertencia de
alguien que mira esta colección
con los ojos de un amigo y es
cómplice de su vida, al menos
los últimos años. Por eso, esta es
una opinión subjetiva y sincera,
alejada del interés de críticos y
académicos, de modo que será
otro quien determine: si Pepe
Yáñez es abstracto, figurativo,
informalista, simbolista, realista
mágico o surrealista, o si le da
al pop o a la transvanguardia;
otro quien desvele si está en
lucha con la materia, las texturas
y las mixturas y los grosores, o
si la cotidianidad, inmanencia
o trascen-dencia de algunos
objetos de sus cuadros delatan
sus obsesiones; o si hay una
explicación para su paradójica y
natural tendencia a expandirse
en los espacios limitados
impuestos por los soportes, que,
en algunos casos, además, él
mismo acota; o su sorprendente
versatilidad técnica y la alegría y
agilidad con que resuelve estas
cuestiones, el dibujo y los colores;
otro, en fin, quien adivine la
siempre casi obligada erudita
lista de influencias con nombres
y apellidos “para ponerlos
al principio, como hacen
todos, por las letras del abecé,
comenzando en Aristóteles y
acabando en Xenofonte y en
Zoilo y Zeuxis”... ¿qué más da?,
solo pretendo escribir unas
breves observaciones sobre lo
que a mi me sugiere la obra de
Pepe Yáñez, y pedirles que miren
y lean, porque la obra de Pepe
Yáñez es plástica y literaria, no
sé en qué proporción, por si, a lo
mejor, alguien coincide conmigo
en que:
Uno. Los objetos, las figuras,
las cosas, vistos de uno en uno
o en colección, son elementos
surreales que lindan con la
realidad por una leve, tenue
línea difícil de discernir, un
gato, co-pas, sillas, zapatos
alados, herramientas, perfiles
planos…, y útiles para medir, y
un ojo, un inquietante ojo; con
ellos construye palíndromos,
y hace un guiño a la infancia
aparentemente
maravillosa,
libre, sin normas, todavía no
contaminada por las reglas de la
utilidad; y cuando los reescribe
en palimpsestos, formula un
juego irónico, inteligente e
imaginativo, y con todos inventa
un catálogo de formas de una
realidad posible, de símbolos
que flotan en mapas libres del
corsé de las coordenadas; un
vocabulario propio, esencial
y diáfano, una enumeración
literaria, una letanía alimentada
con el humor que sugiere
una interpretación diferente
del sentido superficial de los
propios objetos y desprende una
misteriosa alegría contagiosa,
como los maravillosos goces de
la amistad, y mucha literatura.
Dos. Hay paisajes, espacios
que son una geografía, acotados
en el lienzo por un marco
ficticio, como un surco evocador
del limes fundacional de la
ciudad eterna trazado con un
arado, como si quisiera fijar a la
memoria el recuerdo de un viaje;
hay paisajes construidos con
sinuosos e impacientes trazos,
como de galaxias, entre las que
apenas se adivinan siluetas,
formas, edificios: San Sebastián,
Praga,… Lisboa, ciudad de
geometría esquiva, colinas,
quebradas,
ondulaciones…,
y, aunque, de ella “hasta los
daltónicos discuten sobre su
color”, Pepe Yáñez resuelve la
discusión en rosa, a pesar del
ocre pombaliano o la nostalgia
blanca de la espuma del océano
más propios de la ciudad; hay
paisajes, espacios con un noray
recurrente, que hace presentir
el mar, la densidad del agua,
su luminosidad, su sabor, y no
sé si una escondida vocación
marinera.
Tres. Una cándida frescura
juvenil cargada de experiencia
e inteligencia alimenta su
inquietud artística y técnica;
hay algo de paradoja en su
obra, la minuciosa elaboración
intelectual
y
profesional,
herencia de su génesis de
restaurador de antiguas piedras,
contrasta con su sorprendente
capacidad de intuición: “Para
escribir –decía Montesquieu, en
el caso de nuestro autor, podría
decirse, para pintar– es necesario
eliminar las ideas intermedias”; y
siempre con el sustrato literario
como motor de su imaginación:
la poesía en la vida turgente de la
vorágine de El barco borracho, la
pasión en las ilustraciones de las
Crónicas flamencas de Jerez de la
Frontera…; en fin, la literatura,
como Decíamos ayer.
José María Carmona Domínguez
Historiador y escritor