Página 56 - Revista la Laguna - 3-Andalucia

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vienen mal dadas saquemos como armas el inge-
nio y el humor, eso que algunos confunden con el
tópico de la gracia o cachondeo andaluz. Decía el
antropólogo americano Jerome Mintz, que en sus
más de 20 años de estudios sobre Andalucía con-
siguió traspasar los tópicos típicos para llegar a la
profundidad de nuestra esencia, que se maravillaba
ante la gente humilde de los pueblos andaluces que
se enfrentaba a la dureza de la vida desde el humor
y la buena predisposición.
En todos los lugares hay pobreza y dificultades,
pero en los pueblos andaluces ha sido y es una
de sus señas de identidad. Aunque las causas son
diversas y variadas, la forma de apropiación de la
tierra, la consolidación del latifundismo clásico,
extensivo y poco generador de riqueza y empleo
ocupa un lugar destacado en el intento de expli-
cación de esta situación. Con los precedentes ro-
manos y árabes, la estructura latifundista andaluza
se formó durante el proceso medieval de repo-
blación, denominado erróneamente “reconquista”,
en la expansión económica del siglo XVI, en la
reforma agraria al revés del siglo XIX o las desa-
mortizaciones y en el fracaso de la reforma agraria
de la segunda república y la confirmación de la téc-
nica tras la Guerra Civil y desarrollismo franquista
de los sesenta.
Con esta forma de estructura de la propiedad
de la tierra también hay que relacionar los valores
comunes andaluces que yo considero de carácter
negativo. Primero, el miedo que guarda la viña,
el fatalismo que nos convence de que siempre ha
habido pobres y ricos, la sobrenaturalidad que nos
dice que esta vida es un valle de lágrimas. En se-
gundo lugar el autocontrol social típico de las so-
ciedades rurales andaluzas a través del chismorreo,
del bulo, del falso testimonio, del que dirán. Dicen
Mintz: “El control social en Andalucía rural no
se operaba por medio de regulaciones guberna-
mentales y supervisión policiaca, sino por medio
de sanciones sociales a rumores y otras formas de
crítica y censura públicas. Por Carnaval, las con-
ductas dudosas se pregonaban en pública en forma
de canciones”. En tercer lugar, la deslegitimación
del conocimiento. Don Quijote se volvió loco de
tanto leer, la inmundicia huele más cuanto más
se mueve, con los libros no se come o aquello de
“niño apaga la luz que van a saber que lees por las
noche”. Hace dos generaciones que los nuestros
lo pasaron muy mal por meterse en política, por
querer arreglar lo que no tiene solución, nos inten-
taban convencer. Pienso, que aunque la sociedad
rural está en pleno proceso de desaparición, nues-
tros genes se han formado en ella y el latifundismo,
el fatalismo, el control social, el miedo, la negación
a la democratización de la historia… está en la raíz
de muchos de los problemas que nos acosan a la
sociedad actual andaluza.
Benalup de Sidonia, 1967. Fotografía de Jerome
Mintz. Hoy más de tres cuartas partes de la po-
blación andaluza vive en ciudades, pero el sus-
trato genético es rural, es la tierra, es el campo,
es el señorito a caballo y el jornalero a pie. Que
consigamos conocernos, entendernos, saber de
nuestros orígenes, comprender los procesos por
donde hemos llegado a la situación actual se an-
toja un arma de vital importancia. Y es que me
parece que no es gratuito, ni casual el fatalismo, el
miedo, la sobrenaturalidad, el autocontrol social y
la amnesia histórica. Son instrumentos de control
y de apropiación, de legitimación y justificación.
En Íllora se conoce muy poco la revuelta lidera-
da por Rafael Pérez del Álamo en 1861 de unos
10.000 campesinos que tuvo como epicentro
la vecina Loja, en la que ella también participó y
se considera el primer movimiento campesino
de envergadura de la historia contemporánea de
Andalucía. A Casas Viejas le cambiaron hasta el
nombre, lo convirtieron en Benalup de Sidonia y
trabajosamente está intentado introducir con nor-
malidad aquellos Sucesos en su acervo histórico.
La Historia social de Andalucía es una rama poco
conocida, un tanto denostada y un mucho ma-
nipulada. Como decía Walter Benjamin los que
más necesitan la historia son los oprimidos, para
no olvidar que su situación no tiene nada de "natu-
ral", ni lógico. Y la opresión se ha convertido en
una de las señas de identidad andaluza, aquello
que decía Juan Carlos Aragón en la Chirigota los
Yesterday: “lo que fuimos antiguamente/ pobreci-
tos y vasallos/siervos de terratenientes/y de chulos
a caballo”. Y ya se sabe… de aquellos barros vienen
estos lodos.
Salustiano Gutiérrez Baena
Profesor en el I.E.S. Casas Viejas (Cádiz)
Hoy más de tres cuartas partes de la población
andaluza vive en ciudades, pero el sustrato gené-
tico es rural, es la tierra, es el campo, es el seño-
rito a caballo y el jornalero a pie. Que consiga-
mos conocernos, entendernos, saber de nuestros
orígenes, comprender los procesos por donde
hemos llegado a la situación actual se antoja un
arma de vital importancia.
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