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El diario de Lena
Lena Mujina
Ediciones B. 384  páginas

Una niña de 16 años, Lena Mujina, padeció - al igual que Ana Frank en Amsterdam - el asedio nazi a su ciudad, Leningrado. El diario que  escribió durante aquellos  días nos cuenta su historia.
Escrito a mano e ilustrado por ella misma, empieza el 22 de mayo de 1941; sus amistades, estudios y primeros amores, conforman las primeras anotaciones.
En junio, apunta  la incursión de las tropas alemanas en territorio soviético. Se muestra preocupada por la llegada de  los tanques a la Avenida Nevsky de Leningrado, por los incesantes combates aéreos y por la reducción de productos que reciben con la cartilla de racionamiento.
Debido a las precarias condiciones en las que viven, en agosto de 1941 muere su madre. Con la llegada del invierno, a la escasez de alimentos se unen las terribles condiciones meteorológicas, con temperaturas de -30º. Su tía muere en noviembre, la pequeña Lena, con la ayuda del portero de su edificio, traslada el cuerpo famélico hasta una calle cercana donde se apilan a diario centenares de cadáveres.
Lena logró sobrevivir, el diario finaliza el 25 de mayo de 1942, en junio de ese mismo año se marchó a vivir a Moscú, donde falleció en 1991 sin dejar descendencia.
La importancia de El diario de Lena no solo radica en su calidad literaria, también constituye un documento histórico de indudable valor para conocer los crueles acontecimientos que sufrió la población civil durante la Segunda Guerra Mundial. El diario de Lena es el testimonio directo de la lucha por la supervivencia en una ciudad devastada y durante una época ignominiosa como pocas en la historia de la humanidad.

El cerco nazi sobre Leningrado duró 872 días.
Entre el 8 de septiembre de 1941 y el 27 de enero de 1944 cayeron 107.000 bombas y 150.000 proyectiles de artillería sobre los más de dos millones y medio de habitantes de la ciudad.
800.000 personas murieron a causa del hambre, las enfermedades y el fuego alemán. Entre 600.000 y  un 1.500.000, durante las evacuaciones.  

Otro diario, el de Tatiana Sávicheva, una niña de 11 años que murió tras el final del asedio, fue empleado como prueba incriminatoria contra los nazis en los juicios de Núremberg.                                                                                                                                                                                                 

 

El sitio de Leningrado

 

El diario de Lena es el testimonio directo de la lucha por la supervivencia en una ciudad devastada y durante una época ignominiosa como pocas en la historia de la humanidad.

Baterías antiaéreas en Leningrado

 

 

Portada de la primera edición de El llano en llamas (editado en México por el Fondo de Cultura Económica).

 

Se cumplen 60 años de la publicación del libro de cuentos "El llano en llamas" de Juan Rulfo (Sayula México, 1917- México D.F. 1986), un libro que supuso una refundación de la literatura latinoamericana, ratificada años más tarde con su novela "Pedro Páramo".
El Llano en llamas se terminó de imprimir el 18 de septiembre de 1953 (número 11 de la Colección Letras Mexicanas) , la portada fue obra de Elvira Gascón. Los textos incluidos en la primera edición son: “Macario”, “Nos han dado la tierra”, “la Cuesta de las Comadres”, “Es que somos muy pobres”, “El hombre”, “En la madrugada”, “Talpa”, “El Llano en llamas”, “¡Diles que no me maten!”, “Luvina”, “La noche que lo dejaron solo”, “Acuérdate”, “No oyes ladrar los perros”, “Paso del Norte”, y “Anacleto Morones”.

Nos han dado la tierra.
Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza. Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:
-Son como las cuatro de la tarde.
Ese alguien es Melitón. Junto con él, vamos Faustino, Esteban y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atrás. Miro más atrás y no veo a nadie. Entonces me digo: "Somos cuatro." Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros.
Faustino dice:
-Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por encima de nuestras cabezas. Y pensamos: "Puede que sí."
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte, pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca con el calor de afuera, y se le resecan a uno en la lengua hasta que acaban con el resuello.
Aquí así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar. Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh?.
Hemos vuelto a caminar. Nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora volvemos a caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos andado. Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas. Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano, lo que se llama llover.
No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina.
Yo siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora con "la 30" amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también nos quitaron los caballos junto con la carabina.Vuelvo hacia todos lados y miro el Llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la sembráramos. Nos dijeron:
-Del pueblo para acá es de ustedes.
Nosotros preguntamos:
-¿El Llano?
-Sí, el Llano. To do el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.
Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:
-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.
-Es que el Llano, señor delegado...
-Son miles y miles de yuntas.
-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.
¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En cuanto allí llueva, se levantará el
maíz como si lo estiraran.
-Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado se entierre en esa como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer agujeros con el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca nada; ni maíz ni nada nacerá.
-Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra.
-Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el Centro. Todo es contra el Llano... No se puede contra lo que no se puede. Eso es lo que hemos dicho... Espérenos usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar por donde íbamos...

Autorretrato de Juan Rulfo en el Nevado de Toluca (1940)


Pero él no nos quiso oír.
Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto dposible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.
Melitón dice:
-Esta es la tierra que nos han dado.
Faustino dice:
-¿Qué?
Yo no digo nada. Yo pienso: "Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el calor el que lo hace hablar así.
El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha calentado la cabeza. Y si no, ¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los remolinos."
Melitón vuelve a decir:
-Servirá de algo. Servirá aunque sea para correr yeguas .
-¿Cuáles yeguas? -le pregunta Esteban.Yo no me había fijado bien a bien en Esteban. Ahora que habla, me fijo en él.
Lleva puesto un gabán que le llega al ombligo, y debajo del gabán saca la cabeza algo así como una gallina.
Sí, es una gallina colorada la que lleva Esteban debajo del gabán. Se le ven los ojos dormidos y el pico abierto como si bostezara. Yo le pregunto:
-Oye, Teban, ¿de dónde pepenaste esa gallina?
-Es la mía- dice él.
-No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh?
-No la merque, es la gallina de mi corral.
-Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no?
-No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.
-Allí escondida se te va a ahogar. Mejor sácala al aire.
Él se la acomoda debajo del brazo y le sopla el aire caliente de su boca. Luego dice:
-Estamos llegando al derrumbadero.
Yo ya no oigo lo que sigue diciendo Esteban. Nos hemos puesto en fila para bajar la barranca y él va mero adelante. Se ve que ha agarrado a la gallina por las patas y la zangolotea a cada rato, para no, golpearle la cabeza contra las piedras.
Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si fuera un atajo de mulas lo que bajará por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo. Nos gusta. Después de venir durante once horas pisando la dureza del Llano, nos sentimos muy a gusto envueltos en aquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe a tierra.
Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta.
Ahora los ladridos de los perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del pueblo retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites.
-¡Por aquí arriendo yo! -nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo. La tierra que nos han dado está allá arriba.

 

Surrealistas antes del Surrealismo.
Fundación Juan March,
Castelló 77. Madrid
4 de octubre 2013 – 12 de enero 2014


La exposición presenta una selección de cerca de 200 dibujos, grabados, fotografías, libros y revistas; comisariada por  Yasmin Doosry  y organizada en colaboración con el Germanisches Nationalmuseum de Núremberg, la muestra abarca desde el Medievo tardío hasta el surrealismo del siglo XX.
Se pueden ver obras de Martin Schongauer, Alberto Durero, Erhard, Chön, Wenzel Jamnitzer, Hendrick Goltzius, Matthias Zündt, Joan Miró, Salvador Dalí, Jacque Callot o André Masson, entre otros.
Albert H. Barr, director-fundador del MOMA de Nueva York, organizó hace 75 años la exposición Fantastic Art, Dada, Surrealism, siguiendo el rastro de esa legendaria propuesta -en la que por primera vez se confrontaban las obras de Francisco de Goya, Grandville o Giuseppe Arcimboldo con los trabajos de artistas contemporáneos-, la exposición pretende mostrar la larga tradición que el surrealismo y el arte de la subjetividad tienen desde el Medievo hasta la modernidad, pasando por el manierismo y el barroco.
Paralelamente a la exposición, se ofrece un ciclo de cuatro conferencias en las que se analizarán algunas de las fuentes principales del surrealismo: sueños, fantasmas, demonios...
Arte del pasado, surrealismo y arte fantástico a cargo de Juan José Lahuerta, arquitecto, escritor y profesor de Historia del Arte en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
El surrealismo en escena, teatro y surrealismo por Luis d'Ors, director de escena. Licenciado en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), en las especialidades de Interpretación y Dirección Escénica.
El surrealismo y la imagen en movimiento: surrealismo y cine, de la mano del Catedrático emérito de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona, Román Gubern.
Inventario del surrealismo: sueños, visiones, fantasmas, monstruos y otras criaturas imaginarias de María Tausiet, Doctora en Historia por la Universidad de Zaragoza.

Música de ensueño es el ciclo que la fundación ha programado como complemento a la exposición, los conciertos, como suele ser habitual en las programaciones musicales de esta fundación, se transmitirán por Radio Clásica de RNE.
El mundo del subconsciente
Antonio Arias, flauta, y Nuria Llopis, arpa, con obras de Gabriel Fauré, Erik Satie, Claude Debussy y Ravi Shankar.
Sueños y pesadillas
Benedict Nelson, barítono, Roger Vignoles, piano.
El mundo de los espíritus Carl Loewe, Erlkönig, de Drei Balladen Op. 1, Felix Mendelssohn, Neue Liebe Op. 19 nº 4, Alexander von Zemlinsky, Waldgespräch, Clara Schumann , Loreley , Franz Schubert.
La noche
Luis Fernando Pérez, piano, con obras de Claude Debussy, Fryderyk Chopin y Manuel de Falla.
Fantasías
Sofya Melikyan, piano, con obras de Carl Philipp Emanuel Bach, Johannes Brahms, Ludwig van Beethoven, John Corigliano y Franz Liszt.

 

El frío da vida a los palacios (1948). Ladislav Novak

La rueda de la luz (1926). Max Ernst

Los dos Pantaleones( 1616). Jacques Callot

El enigma de Isidore Ducasse  (1920). Man Ray

Melancolía (1514). Alberto Durero

Naturaleza muerta (1936). Herber Bayer.

Un vistazo al interior del Palacio de Besanzon (1804). Claude-Nicolas Ledoux

 

 

 

Català-Roca – Obras maestras.
Del 17.09.2013 al 12.01.2014 • Sala Picasso.
Círculo de Bellas Artes.
C/ Alcalá, 42 MADRID


Francesc Català-Roca (Valls 1922-Barcelona 1998), es sin lugar a dudas el exponente más importante de la fotografía documental en España. Retrató los cambios que se producían en los campos y ciudades del país con un discurso dotado de autenticidad, huyendo por completo de la experimentación y  alejado de forma consciente de toda ambición artística.
Su obra (compuesta por más de 200.000 negativos en magnífico estado de conservación), constituye un impresionante fresco de la España de su tiempo, su carácter e importancia lo iguala a maestros de la fotografía como  Henri Cartier-Bresson Robert Doisneau.
Esta exposición retrospectiva reúne 150 de sus fotografías más representativas (realizadas en su mayoría en la década de los 50).

 

 

 

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Que nuestra habilidad sea crear leyendas a partir de la disposición de las estrellas,
pero que nuestra gloria sea olvidar las leyendas y contemplar la noche limpiamente.

Leonard Cohen